Vox continúa su ascenso en Andalucía y Valencia, aprovechando la caída del PP y posicionándose como la fuerza política con mayor crecimiento en intención de voto, según el último barómetro del Instituto 40dB
En la política española, los barómetros electorales se han convertido en una suerte de termómetro febril, no curan nada, pero revelan la fiebre. El último del Instituto 40dB muestra a Santiago Abascal sonriendo como un heredero que no trabajó la herencia, pero la disfruta igual. Con un 17,4% en intención de voto, Vox no solo crece más de dos puntos, sino que se erige en la formación con mayor impulso en el actual escenario, especialmente en tierras tan simbólicas como Andalucía y Valencia, donde las urnas son espejos deformantes del poder central.
Ese ascenso no ocurre en el vacío. La política, como la naturaleza, aborrece el vacío, y lo que pierde uno lo recoge otro con gusto. El Partido Popular, hasta hace poco dueño del relato de la derecha moderada, se desploma en un retroceso de 2,4 puntos. Ironías de la historia, el PP se desvanece justo cuando parecía tener al PSOE contra las cuerdas, y ahora su ventaja se ha reducido a un suspiro de apenas tres puntos. Donde había hegemonía, hoy se instala la duda.
PP en retroceso: de la seguridad a la incertidumbre
El PP, que se presentaba como el refugio de la derecha templada, empieza a parecer un barco con vías de agua en pleno mar electoral. Sus votantes tradicionales, aquellos que solían depositar el sobre con la misma rutina con la que pagan el recibo de la luz, muestran signos de hartazgo. El desencanto es un virus lento, pero letal, y Vox aparece como la medicina alternativa, amarga, extrema, pero eficaz a los ojos de quienes sienten que el discurso clásico ya no protege sus intereses.
Este cambio revela una paradoja fascinante, el partido que siempre quiso encarnar la estabilidad ahora simboliza la fragilidad. Mientras, el PSOE, que parecía condenado a resistir en un segundo plano, recupera algo de terreno con siete décimas adicionales en intención de voto. No es un triunfo, apenas una respiración asistida, pero suficiente para sugerir que la caída del PP podría servir como oxígeno inesperado para los socialistas.
Escaños y espejismos: la aritmética del poder
La traducción de votos a escaños, siempre más alquimia que ciencia, dibuja un panorama inquietante. Tomando como referencia los resultados de 2023, las proyecciones colocan al PP entre 115 y 120 diputados; al PSOE con 95-100; a Vox con 60-65, y a Sumar reducido a una fuerza secundaria con 20-23. La imagen es clara, nadie gana del todo, pero algunos pierden más que otros.
El trabajo de campo, realizado entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre, coincide con el inicio del nuevo curso político. No es casualidad, la política española, como un teatro barroco, se reinventa cada septiembre con promesas rimbombantes y crisis recicladas. Vox, al parecer, ha sabido leer la partitura de este inicio con más entusiasmo que sus rivales. El futuro no está escrito, pero el presente tiene un protagonista incómodo que se alimenta del desgaste de todos los demás.