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¿ Cierran el Alcampo que frecuentas ?

La reestructuración que no cabe en el carrito ni en el alma del barrio

Primero fueron los carteles de “3×2”, luego los pasillos cada vez más estrechos, después los empleados que desaparecían sin despedirse. Y ahora, el cierre. Si van a cerrar tu Alcampo, no es personal: es estratégico. Pero duele igual. Porque detrás de cada persiana bajada no hay solo balances, hay cafés que se pierden, nombres que se olvidan y rutinas que se quedan sin sitio.

La cadena acaba de anunciar una reestructuración que no suena a transformación, sino a amputación: 25 tiendas menos, más de 700 empleados fuera. El comunicado es puro lenguaje empresarial: frío, educado, irrefutable. Madrid, Zaragoza, Burgos, León, Asturias, Sevilla… nombres que podrían ser sedes logísticas, pero que son barrios. Zonas donde comprar el pan o elegir el detergente era, en muchos casos, el acto más predecible del día.

Eufemismos con etiqueta corporativa

Alcampo habla de “multicanalidad”, “sostenibilidad operativa”, “optimización del formato comercial”. Traducción: hemos crecido más de lo que sabíamos digerir, y ahora toca dieta forzosa. En 2023 compraron 224 tiendas a Dia. En 2024 descubren que muchas “no encajan”. Lo que no encaja, en realidad, es el nuevo mapa del consumo con la promesa de cercanía.

Y el cinismo, disfrazado de eficiencia, alcanza su cumbre cuando se intenta presentar el cierre de tiendas de barrio como un movimiento hacia la “modernidad”. Es como sustituir una biblioteca por una app y llamarlo acceso al conocimiento.

Los invisibles del sistema: trabajadores que no cotizan en Nasdaq

Más de 700 personas. Cajeros, reponedoras, encargados, limpiadoras. Gente que no aparece en las gráficas de productividad pero que hace posible que todo funcione. Empleos humildes, sí, pero imprescindibles. Sustituibles en teoría, irremplazables en lo cotidiano.

Porque no es lo mismo que te cobre una máquina que alguien que sabe que compras leche sin lactosa desde el confinamiento. No es lo mismo que te reciba una pantalla que alguien que te saluda por tu nombre.

Alcampo San Valentín
Alcampo supermercado

Y luego estamos nosotros: los clientes, los vecinos, los figurantes

Nadie nos nombra en los informes, pero sostenemos el decorado. No cerrarán grandes naves en la periferia industrial. Cerrarán esos supermercados incrustados en la piel del barrio, donde hacer la compra no era una tarea logística, sino un ritual modesto. El supermercado como extensión del hogar. Como último resquicio de lo común.

Y cuando desaparece, lo que se esfuma no es solo una tienda: es una certeza. Una forma de estar en el mundo.

El Excel no mide vínculos

La transformación del retail no se detiene. Y quizás sea inevitable. Pero en ese camino hacia lo “ligero”, lo “eficiente”, lo “conectado”, el precio más alto lo paga quien no aparece en las notas de prensa: el que pierde su trabajo, el que pierde su rutina, el que pierde ese lugar donde todo era igual, incluso cuando todo cambiaba.

¿Cierran el Alcampo que frecuentas? Puede. O lo harán mañana. Porque esto no va solo de supermercados. Va del modo en que lo conocido se va encogiendo. Y lo hace, como siempre, sin pedir permiso.

Mercadona