El sol en aerosol: el nuevo rito del bronceado instantáneo
Detrás de una cortina rosa que parece sacada de una boutique de juguetes más Barbie que dermatología, un zumbido breve y cálido sella el pacto entre la piel y la vanidad contemporánea. En “Healthy tan”, enclave trendy del barrio de Chamartín, no se toma el sol, se lo simula. Aquí, el bronceado se aplica como si fuera laca para el ego. Tres minutos de aerógrafo, cinco de secado y un resultado que podría engañar hasta al mismísimo sol mediterráneo.
Vero Romero, directora de este templo exprés del moreno, recita el procedimiento con la naturalidad de quien habla de hacer un café, desechable, brazos en cruz, lluvia química y voilà. Lo que antes era privilegio de cabinas VIP y secretos de alfombra roja, hoy se sirve con cita previa y música de fondo. Cada clienta sale con más color en la piel y, quizás, un poco menos de culpa. Porque si hay algo que calma las conciencias modernas es la palabra “healthy”, incluso si va pegada a un spray.

Fórmulas secretas y verdades maquilladas
Tannity, la empresa detrás de esta fórmula milagrosa, guarda su receta con el celo de un alquimista medieval. Lo que nació como solución para pieles delicadas se convirtió en estándar estético. Paradójico, ¿no? El producto que protegía a las más sensibles ahora uniforma a las más exigentes. Como si el mercado, siempre ávido, hubiera convertido la excepción terapéutica en necesidad estética. La ironía está servida en bandeja de DHA.
El farmacéutico Tomás Muret lo dice con una sonrisa sutil. “Esta vez, las influencers no nos van a freír la piel”. La sustancia no estimula la melanina; solo tiñe. Es maquillaje, no metabolismo. Un disfraz temporal que evita quemaduras, pero no cuestionamientos. Porque el bronceado sigue ahí, como ese viejo símbolo social que resiste al paso del tiempo, menos una cuestión de salud, más una cuestión de imagen. Y en ese espejo digital que son las redes, el filtro más eficaz es el que se aplica en la vida real.
Bronceado a presión: del altar a Instagram
Para muchas mujeres, el bronceado ya no es una opción estética, sino un mandato ceremonial. Marta, malagueña y testigo de boda, lo resume con pragmatismo. “Lo intenté en casa, pero parecía un mapa topográfico”. En cambio, en el centro, su cuerpo salió perfecto. Su cara, no tanto. “Para mi boda, no me la juego”, dice, como si el tono de piel fuera un ingrediente más del menú nupcial. Lo es.
María, bilbaína de tez clara, nunca se sintió incómoda con su palidez, hasta que sus amigas le regalaron ese tipo de halago que es, en realidad, una orden social. “Tienes que ir morena”. Fue, se roció, y aprobó el resultado. La psicóloga María Victoria Sánchez lo explica sin rodeos, el color de piel sigue marcando estatus, belleza y pertenencia. Como si no broncearse fuera una traición estética. Y así, Olimpia que ni pensaba hacerlo terminó “a tono”, no con su felicidad, sino con el protocolo invisible de la validación ajena.