La OCU le da el oro al Hida: sin anuncios, sin trampas, sin almidón
A veces, los grandes vencedores no llevan capa ni slogan. A veces, el héroe del día está embotellado, cuesta poco más de un euro y se llama Tomate Frito Hida. Así lo ha confirmado la OCU —ese oráculo moderno de las compras bien hechas— tras comparar decenas de marcas. El resultado: un tomate humilde, murciano y sin aditivos se alza como el mejor del supermercado. Ni influencers, ni campañas millonarias. Solo tomate, aceite, sal… y la sensación de que alguien, por fin, ha leído una receta de verdad.
Tomate con nombre de abuela
No hace falta tener estrella Michelin para saber que un buen tomate frito puede rescatar un plato del aburrimiento absoluto. Un sofrito mediocre arruina una pasta, pero uno bueno convierte unos macarrones en un domingo. Y eso es precisamente lo que ha valorado la OCU: sabor, ingredientes, y esa textura que se parece más a lo que sale de una olla de barro que a lo que cae de un tetrabrik.
La composición del tomate Hida es casi un manifiesto minimalista: tomate fresco, aceite de oliva virgen extra, azúcar y sal. Punto. Ni féculas misteriosas, ni conservantes con nombre de laboratorio, ni esa textura gelatinosa que parece diseñada para durar siglos en una estantería nuclear.
Murcia gana por KO en la liga del tomate
Mientras otros productos disfrazan su mediocridad con etiquetas bio y promesas vacías, el tomate de Mercadona ha ganado por lo que ofrece y por lo que no contiene. Y eso, en el mundo actual, es casi subversivo.
Las pruebas incluyeron catas a ciegas, análisis de laboratorio y exámenes al milímetro de los porcentajes de azúcar y sal. El jurado, un panel de expertos sin miedo a mancharse el paladar, no tuvo dudas: este tomate huele a cocina de madre y sabe a verdad. Por eso ha desbancado a rivales con más marketing que miga.

Una revolución embotellada (y sin anuncio en prime time)
El ranking de la OCU tiene más impacto del que uno imagina. No es solo un informe: es una sacudida al carrito de la compra. Lo que ayer parecía “marca blanca” hoy se convierte en “marca de culto”. Y lo mejor: obliga al resto a espabilar. En un sector plagado de etiquetas crípticas y márketing gourmet de saldo, la transparencia empieza a ser una ventaja competitiva.
Así que sí, el tomate Hida entra directo en la cesta de los exigentes. No por postureo ni por nostalgia, sino porque en tiempos de etiquetas engañosas, encontrar ingredientes que se entienden a la primera es casi un acto de resistencia.
Y es que, a veces, la revolución empieza con un sofrito bien hecho.