Después de años de tensiones, tarifas cruzadas, amenazas tuiteras y cumbres fallidas, Washington y Pekín anuncian un acuerdo preliminar. El mundo aplaude con una ceja levantada y los mercados cruzan los dedos. ¿Es el fin de la guerra comercial? ¿O solo el intermedio?
Este domingo, desde Ginebra —ese refugio diplomático neutral por excelencia—, el secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, anunció un “progreso sustancial” entre Estados Unidos y China tras dos días de negociaciones. No hay detalles aún, pero sí promesas: el lunes se conocerán los términos completos del pacto.
Lo que sí sabemos es el tono: cordial, cooperativo, constructivo. Palabras que suenan como música de fondo diplomática, pero que en este caso pretenden marcar un antes y un después en la guerra comercial que durante años no solo enfrentó a las dos mayores potencias económicas del mundo, sino que inquietó a medio planeta.
De emergencia nacional a “espíritu de cooperación”
El acuerdo busca resolver lo que la administración Trump (sí, Trump, en su versión 2025) sigue considerando una “emergencia nacional”: el déficit comercial masivo con China. Esa narrativa sigue intacta. Lo que ha cambiado es el canal de diálogo: ya no es Twitter, ahora es Suiza.
Según Bessent, el objetivo central sigue siendo reducir el desequilibrio estructural entre las exportaciones e importaciones. Pero también, implícitamente, contener la tensión tecnológica, la competencia estratégica en semiconductores, y la pugna por el control de las cadenas de suministro globales.
¿Por qué Ginebra y por qué ahora?
El hecho de que la negociación se haya cerrado en Ginebra —ciudad sede de la OMC y de decenas de organismos internacionales— no es casual. Se busca proyectar una imagen de institucionalidad y consenso, aunque el acuerdo no haya sido mediado por terceros.
El momento tampoco es arbitrario: con Estados Unidos en pleno ciclo electoral y China lidiando con su propia desaceleración económica, ambas partes necesitaban una señal de distensión que no los haga parecer débiles, pero sí pragmáticos.

Lo que no se dice (pero todos intuyen)
Hasta ahora, el contenido del pacto es un misterio. Pero el guion suele repetirse: China podría prometer comprar más productos agrícolas o energéticos, EE.UU. levantaría ciertos aranceles, y ambos países renovarían el compromiso de evitar la guerra abierta en el terreno tecnológico. Tal vez se abra un canal específico para tratar la cuestión de Taiwán. O no. Lo cierto es que el lunes habrá letra pequeña… y muchas interpretaciones.
¿Tregua duradera o simple alivio temporal?
La historia enseña a no ilusionarse demasiado. Ya en 2020 se firmó una “fase 1” del acuerdo comercial que quedó en poco más que papel mojado. Pero también es cierto que el mundo necesita una narrativa de estabilidad, aunque sea temporal. Especialmente cuando la geopolítica está al rojo vivo entre guerras, inflación y cadenas de suministro frágiles.
Este acuerdo puede ser el principio de un reequilibrio global. O simplemente la pausa entre dos capítulos más tensos. Lo sabremos cuando se lea la letra chica. Y se vea quién realmente cede, y quién solo disimula.