Un sistema sin preparación ante el colapso
El apagón eléctrico que afectó a gran parte de la Península Ibérica fue el resultado de una combinación crítica de sobrecarga renovable, falta de estabilización y ausencia de inversión preventiva. En solo cinco segundos se perdieron aproximadamente 15 gigavatios de potencia, una cifra equivalente al 60 % de la demanda total en ese momento. El sistema eléctrico, incapaz de responder con la rapidez necesaria, activó sus protecciones automáticas para evitar daños mayores, provocando así una desconexión en cascada.
El origen no está en las renovables, sino en cómo se gestionan
Contrario a algunos discursos alarmistas, la energía renovable no es el problema. El verdadero fallo radica en la falta de infraestructuras adecuadas para garantizar la estabilidad de la red cuando estas fuentes se convierten en mayoritarias. La generación fotovoltaica no produce corriente alterna directamente, y depende de inversores electrónicos que no responden bien ante cambios bruscos de carga.
En condiciones normales, el sistema se apoya en grandes generadores rotatorios que mantienen la frecuencia de la red. Pero cuando las renovables dominan sin respaldo suficiente, la red queda sin defensa frente a oscilaciones o caídas súbitas de generación.

Una falta histórica de inversión y previsión
Desde hace años, se viene alertando sobre la necesidad de incorporar estabilizadores, baterías industriales y respaldo térmico operativo. Sin embargo, estos elementos brillaban por su ausencia el día del colapso. Las plantas térmicas que podrían haber equilibrado la red estaban desconectadas o sin disponibilidad operativa, debido al coste económico de mantenerlas en reserva. Esta decisión, puramente financiera, expuso al sistema a un riesgo estructural conocido y evitable.
Ya hubo señales de advertencia
El episodio no fue un hecho aislado. En años recientes, se registraron varios momentos de tensión extrema en la red, obligando incluso a detener temporalmente el suministro industrial para evitar males mayores. Estos eventos deberían haber servido como advertencia para reforzar los mecanismos de estabilización, pero no se tomaron las medidas necesarias.
Qué debe hacerse para evitar otra crisis
La solución pasa por garantizar que existan siempre sistemas de respaldo disponibles, con regulación técnica que obligue a incluir capacidades de estabilización en toda nueva infraestructura. Además, se debe revisar el modelo de fijación de precios para asegurar que las tecnologías más rápidas y fiables estén siempre operativas, aunque su coste sea mayor.
La dependencia de fuentes inestables sin un soporte técnico adecuado es un error estratégico que no puede repetirse. Lo ocurrido debe servir como punto de inflexión para fortalecer la red eléctrica y prepararla ante un futuro cada vez más descentralizado y renovable.