El mercado laboral español vuelve a dar señales de fortaleza. Junio cerró con un récord histórico de afiliación a la Seguridad Social, rozando los 21,9 millones de trabajadores, mientras el paro descendió a su nivel más bajo en 17 años
Si los datos económicos tuvieran banda sonora, el mercado laboral español estaría tocando una fanfarria triunfal. Junio ha cerrado con un récord histórico de afiliación, 21.861.095 trabajadores registrados en la Seguridad Social, rozando algunos días la barrera psicológica de los 22 millones. ¿El impulso? Una tríada inesperadamente armoniosa, el turismo estacional que, como cada verano, saca a relucir su músculo temporal, el empuje silencioso pero constante de los autónomos y un protagonismo cada vez más visible de las mujeres, que ya constituyen casi la mitad del total.
Pero este no es solo un verano de cifras amables y sonrisas ministeriales. También hay una ironía latente, mientras las olas de calor vacían embalses, las de empleo llenan oficinas, bares y obras. La ministra Elma Saiz, sin levantar la voz, subraya que los sectores de mayor valor añadido son los que más crecen. Una forma elegante de decir. “No solo estamos trabajando más estamos trabajando mejor”. Aunque claro, mejor no siempre significa bien.

Servicios al mando y territorios al galope
En esta danza laboral, los servicios se llevan el compás principal, 77.464 nuevos afiliados en un solo mes. Pero la industria y la construcción no se quedan sentadas en la orilla, también suman músculo con 15.000 y 10.000 empleos, respectivamente. Mientras tanto, el sector primario, siempre más expuesto a los caprichos del clima que a los del BOE, pierde 26.000 puestos. Un recordatorio de que no todos los motores de la economía rugen al unísono.
En la geografía del empleo, surgen protagonistas inesperados. Huelva, Santa Cruz de Tenerife, Valencia y Málaga lideran la creación de puestos con aumentos superiores al 3%. No es casualidad, estas zonas combinan turismo, logística y construcción en una mezcla explosiva de temporalidad y crecimiento. El segundo trimestre del año, de hecho, ha sido más generoso que el mismo periodo en 2019. Un espejo que devuelve una imagen, la recuperación ya no es promesa, sino forma.
Juventud en marcha, brechas que se achican
La juventud, ese eterno sujeto de preocupación sociológica, empieza a ocupar menos titulares de alarma. El paro juvenil baja a mínimos históricos, 166.707 jóvenes buscan empleo, sí, pero lo hacen en un mercado que comienza a recibirlos con algo más que contratos basura y palmaditas en la espalda. Eso sí, la otra cara del espejo está arrugada, más de 1,5 millones de mayores de 56 años siguen atrapados en el limbo del desempleo de larga duración. Un problema de fondo que ni las buenas cifras logran maquillar.
Donde sí se nota un cambio estructural es en la igualdad de género. Las mujeres no solo representan ya el 47,3% de los afiliados, también protagonizan la caída más pronunciada del paro, con 25.537 desempleadas menos en un mes. La brecha salarial se reduce, aunque lentamente, como una gota que erosiona piedra. Y en paralelo, la temporalidad se desploma al 12,5%, gracias a los 4,2 millones de contratos indefinidos nacidos tras la reforma laboral. En resumen, no es un milagro, pero se le parece.