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Pedro Sánchez refuerza el control en el PSOE

El Comité Federal del PSOE arranca con una renuncia por acoso y el eco de la corrupción sacude los cimientos del sanchismo

A veces, el Comité Federal del PSOE parece una asamblea de guerra. Otras, un velatorio político. Este sábado, en la sede de Ferraz, fue ambas cosas. Lo que debía ser una cita para encarar una nueva etapa tras la dimisión de Santos Cerdán ahora en prisión por corrupción empezó con la renuncia de Francisco Salazar, señalado por múltiples acusaciones de acoso sexual. Una crisis tras otra. Un dominó de desgracias. Como si alguien hubiera quitado la tapa del sumidero y ya no hubiera forma de taparlo.

Sánchez en el epicentro del caos: un discurso para evitar el derrumbe

Pedro Sánchez, fiel a su estilo épico, compareció ante los suyos con tono grave, gesto firme y una frase marca de la casa: “El capitán no se baja del barco cuando arrecia la tormenta”. El problema, claro, es que el barco está agujereado por todos lados, los marineros se amotinan por grupos y en la sala de máquinas hay un incendio con nombre: el caso Cerdán.

Y sin embargo, resistir es su verbo. Lo ha sido siempre. Y ahora más que nunca.

Medidas de urgencia: más vigilancia, menos confianza

Consciente de que su autoridad está tocada, el líder socialista ha anunciado un paquete de reformas internas que suenan más a extintores que a reconstrucción:

  • Controles aleatorios de patrimonio para altos cargos.
  • Creación de “contrapoderes” dentro de la Ejecutiva.
  • Un nuevo código ético que expulsará a los militantes que consuman prostitución.
  • Y una nueva organización coral donde Rebeca Torró la apuesta valenciana sustituirá a Cerdán, acompañada de adjuntos… o lo estaría, si Salazar no hubiera caído en la víspera.

Todo esto mientras las bases se preguntan si, más allá de los códigos, no sería hora de preguntar por la brújula.

La “magia” perdida y el sanchismo bajo sospecha

Cada vez más voces dentro del PSOE con García-Page a la cabeza del sector crítico sostienen que Sánchez ya no tiene el toque. Que se acabó la magia. Que el relato heroico ha devenido en farsa. Que el partido se ha convertido en un cortafuegos político para evitar que el incendio llegue a Moncloa.

Incluso para muchos votantes socialistas, la sensación es inquietante: no es que el partido esté dividido, es que empieza a parecerse peligrosamente a esos que siempre juró no parecerse. Aquellos que callaban la corrupción. Que colocaban a los suyos. Que confundían el poder con la impunidad.

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

De rodillas, pero con verbo

Y sin embargo, Sánchez no dimite. No parece que vaya a hacerlo. La suya es una resistencia dramática, casi literaria. Como si supiera que esta legislatura ya está perdida pero que su figura, su legado, aún puede salvarse. El discurso ante los 300 del Comité Federal fue un alegato a la responsabilidad… y una confesión implícita de culpa: “Me equivoqué al depositar mi confianza en personas que no lo merecían”.

Un mea culpa tardío. Pero político. Suficiente para mantener el pulso… al menos esta semana.

¿Renacimiento o prolongación agónica?

Todo depende de lo que suceda el miércoles en el Congreso. Si los socios parlamentarios se alejan, el castillo de cartas caerá con estrépito. Si aguantan, habrá legislatura zombi hasta 2027. Lo que ya parece fuera de duda es que el PSOE ha entrado en una fase terminal de su actual encarnación. Y que ni el relato, ni las promesas, ni el optimismo de manual bastarán para devolverle la inocencia perdida.

El sanchismo fue un milagro de supervivencia. Hoy, más bien, parece una tragicomedia que se representa un acto más allá del final.

Feijóo