Es noticia:

Princesa Leonor un amor en alta mar

El amor ha desembarcado en Cartagena de Indias. Y no lo ha hecho en secreto, sino bajo un sol caribeño, con camisa desabrochada, uniformes náuticos al viento y cámaras dispuestas. La princesa Leonor, al fin, ha dejado de esconder al chico que la vuelve loca. Y lo ha hecho como hacen los Borbones cuando quieren que se note sin necesidad de confirmarlo: posando

Final de travesía, principio de historia. Leonor termina en Colombia el tramo sudamericano de su formación naval a bordo del Juan Sebastián Elcano, pero lo que verdaderamente ha causado revuelo no ha sido la despedida del continente, sino la imagen cuidadosamente pensada (y absolutamente nada espontánea) que ha dejado: la princesa, sonriente, con su novio guardamarina a su izquierda. Un gesto simple, pero cargado de narrativa.

Los más cursis dirán que lo ha colocado “al lado del corazón”. Los más cínicos pensarán que ha sido para que la prensa no tuviera excusas para seguir hablando del “guapo rubio de incógnito”. Pero lo que nadie puede negar es que la foto está elegida con precisión quirúrgica. Leonor, que durante meses evitó que se les fotografiara juntos, ahora decide hacerlo y decide cómo.

Un amor en alta mar: entre tradición y modernidad

Este chico —del que no se ha filtrado el nombre, pero sí todo lo demás— es madrileño, rubio, de familia acomodada, alumno brillante y futuro alférez de navío. O sea: aprobado por Zarzuela sin necesidad de firma. Tiene el pedigrí social, la discreción exigida y el look que haría suspirar a cualquier suplemento dominical. La camisa medio abierta, el cuello mordido (sí, hay foto borrosa), y ese aire de “novio perfecto” que solo se construye con media docena de datos dosificados y un entorno controlado.

No es un brasileño exótico ni un artista underground. Es exactamente lo que se esperaba: un español con currículo naval, pasaporte sin sobresaltos y peinado de foto oficial. Y aun así, algo cambia.

Porque la princesa Leonor está marcando territorio. Como hizo su padre en su día, como hizo Letizia antes de ser reina. Ha escogido cuándo mostrar, cómo posar, y con quién hacerlo. Y ese gesto, más que una confirmación sentimental, es una afirmación política: la de una futura reina que ya empieza a manejar su relato.

Un gesto para Sofía… y para el resto del mundo

La guinda del viaje será el recibimiento de su abuela, la reina Sofía, en Nueva York. Un gesto diplomático, simbólico, casi reconciliador con una figura que, a pesar de su discreción forzada, ha sido clave en el relato femenino de la monarquía española. Leonor, mientras tanto, ya ha conseguido lo que su madre ha sabido hacer durante años: controlar la narrativa sin decir una palabra.

En ese silencio también hay una toma de posición: mientras las revistas del corazón se aferran al clima tropical y la prensa más cortesana evita mencionar al novio, Leonor pone el foco donde quiere. En el chico, en el barco, en el Caribe. La humedad, el uniforme y el cuello mordido son solo contexto.

el novio de Leonor

Hormonas y protocolo: crónica de una foto necesaria

No hay comunicado. No hay “confirmamos relación”. Pero hay foto. Hay mirada. Hay posición estratégica en la imagen. Y, sobre todo, hay un relato que ya no puede ignorarse: Leonor se está construyendo como figura pública con herramientas del siglo XXI. La espontaneidad calculada, la discreción fotogénica, el romanticismo con medida institucional.

Es decir: una reina en formación… que también se enamora.

RTVE