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¿ Quien es el juez Ángel Hurtado ?

Un juez con olfato para esquivar al poder… pero solo cuando no huele a Génova

Hay jueces que hacen justicia. Otros que hacen carrera. Y luego está Ángel Hurtado, que ha hecho de la excepción su firma y del voto particular su zona de confort. Siempre en minoría, sí, pero siempre mirando en la misma dirección. Como si la imparcialidad consistiera no en mantener el equilibrio, sino en inclinarse con elegancia hacia donde sopla el viento del poder.

Fue el único que votó en contra de condenar al Partido Popular en el caso Gürtel. El único que se negó a que M. Rajoy ese ente misterioso que presidía el Gobierno, firmaba decretos y hablaba de plasma tuviera que declarar. El único que sostuvo que aquella trama de corrupción millonaria actuaba a espaldas del partido. Qué cosas. El dinero circulaba, los sobres pasaban de mano en mano, las campañas se financiaban en negro… y el partido, en la inopia.

Nunca supo quién era M. Rajoy. A estas alturas podría ser el nombre de un personaje de novela, un apodo en clave, o directamente una alucinación colectiva. En cualquier caso, para Hurtado, no tenía la más mínima relevancia judicial.

Su trayectoria no se entiende sin mirar quién le aupó. Fue nombrado por un Consejo General del Poder Judicial que llevaba más tiempo caducado que el jamón de una tasca cerrada. Una institución sostenida por la mayoría absoluta del PP, justo en los tiempos de M. Rajoy.

quien, recordemos, no sabía quién era. Por si eso fuera poco, también fue asesor de Esperanza Aguirre, aquella lideresa madrileña que juraba no saber nada mientras sus subordinados caían por corrupción como churros mal fritos.

Fiscal general

De Bagdad a la Audiencia: cuando el proyectil va a la prensa y el juicio al fiscal

El nombre de Hurtado también está ligado a uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia reciente: el asesinato del cámara José Couso en Bagdad. Un tanque estadounidense disparó contra el hotel Palestina, donde se alojaba la prensa. Murió Couso. Y el juez Hurtado, con una serenidad casi mística, decidió que ahí no había responsabilidad alguna. Que aquello fue un accidente, un error, una niebla de guerra. Como si los cañones se dispararan solos y los periodistas eligieran hoteles con puntería fatal.

Y justo cuando parecía que la toga ya no podía dar más de sí, Hurtado se saca de la manga una jugada inédita. Por primera vez en democracia, un Fiscal General del Estado será juzgado. Sin pruebas concluyentes, pero con la determinación de quien quiere dejar claro quién manda en la Audiencia. A veces no hace falta un delito, basta con una intención atribuida. O con el silencio suficiente para que los titulares hablen por sí solos.

Ángel Hurtado no es un despiste del sistema. Es el sistema mirándose al espejo y diciendo: “yo no fui”. Representa una justicia que repite su independencia como un mantra mientras reparte privilegios con guante blanco. Una justicia que se tapa los ojos, no por imparcialidad, sino por costumbre.

Porque cuando alguien siempre vota solo, cabe preguntarse si es por principios. Pero si siempre vota solo y siempre en la misma dirección, lo que huele raro no es la decisión, sino la motivación. Y en ese aroma rancio de pasillos alfombrados y puertas giratorias, es donde la democracia empieza a perder el juicio.

Letizia