En el baloncesto de élite, donde los contratos pesan tanto como los puntos, el AS Mónaco enfrenta una paradoja que ni los estrategas más fríos habrían anticipado: un club bañado en glamour, atrapado por la falta de liquidez
En el opulento escenario del Principado, donde los yates brillan más que los trofeos y el dinero suele circular con la naturalidad del champán en las recepciones reales, el AS Mónaco vive una paradoja inquietante, la riqueza simbólica no alcanza para pagar salarios. Justo cuando la temporada exigía concentración y hambre de gloria, el club se enfrenta a una sequía de liquidez tan inoportuna como reveladora. No hay peor ruido en un vestuario que el del silencio bancario.
La situación es tan absurda como ver a un banquero mendigando monedas en la Croisette. Tres pilares del equipo Papagiannis, Calathes y Motiejunas decidieron no presentarse al entrenamiento, hartos de promesas sin depósito. La respuesta del club fue una amenaza de sanción, un gesto tan conciliador como lanzar agua a una fogata con gasolina. En vez de cerrar filas, la fractura interna se profundiza, y el equipo que debía pelear por la gloria se desgasta en batallas administrativas.

Spanoulis y el arte de gritar con elegancia
Vassilis Spanoulis, leyenda griega del parqué y ahora entrenador, no tiene tiempo para eufemismos. Tras la derrota contra ASVEL, disparó con la precisión de quien conoce el juego y también la dignidad. “Es como si no hubiéramos venido a jugar”. Su diagnóstico fue más emocional que táctico, como un padre decepcionado que no comprende cómo su hijo, con todo el talento del mundo, elige rendirse antes de intentarlo.
Pero el golpe más duro fue su comparación con la vida real, el cansancio, dijo, pertenece a quienes trabajan para alimentar a sus familias, no a quienes botan un balón en zapatillas de 300 euros. En tiempos donde el fútbol y el baloncesto a menudo se rodean de excusas sofisticadas, Spanoulis devolvió el deporte a su esencia, entrega, amor por el juego, y una cierta vergüenza ante la mediocridad voluntaria. Porque si los millones no se traducen en esfuerzo, ¿qué sentido tiene todo esto?
Silencios que retumban: fichajes que desconciertan
En lugar de comunicar, el AS Mónaco ha optado por un mutismo que grita. No hay comunicado sobre los impagos, ni explicación para la ausencia de figuras clave. Ni siquiera se aclara qué ocurre con Mike James, ese jugador capaz de encender partidos o vestuarios, dependiendo del día. Ante el caos, Spanoulis suelta verdades como piedras. “Cuando tu líder se va, los demás deben dar un paso al frente”. Pero en este contexto, ¿quién da el paso si el suelo tiembla?
Como si nada pasara, el club anunció el fichaje de Nikola Mirotic, nombre de élite y sueldo a la altura. El problema es simple y brutal, ¿cómo sostener operaciones millonarias si no se pueden cumplir los compromisos más básicos? La duda no es solo contable, es filosófica. ¿puede un equipo jugar al primer nivel con cuentas de tercera? En Mónaco, donde el decorado siempre fue más vistoso que el alma, la respuesta aún no llega. Pero el espectáculo, como siempre, continúa.