Talen Horton-Tucker, campeón de la NBA en 2020 con Los Lakers, se encuentra en un momento decisivo de su carrera: elegir entre esperar un contrato en la liga estadounidense o unirse al ambicioso proyecto del Fenerbahçe
Talen Horton-Tucker se encuentra en esa frontera difusa donde el sueño americano empieza a resquebrajarse y el viejo continente ofrece un espejo tentador. Campeón de la NBA con los Lakers en 2020, el escolta de apenas 24 años encara una encrucijada, esperar, quizá en vano, un último guiño de la liga más poderosa del planeta o aceptar la invitación dorada del Fenerbahçe, flamante monarca de la Euroliga. No es solo una elección deportiva, sino casi existencial, quedarse en el escaparate que lo ignoró o brillar en la vitrina que lo reclama.
La ironía salta sola. En la NBA, donde cada verano se reciclan promesas como si fueran envases de refresco, Horton-Tucker corre el riesgo de convertirse en un recuerdo prematuro. En Turquía, en cambio, lo esperan con la alfombra roja y un proyecto sólido bajo el mando de Sarunas Jasikevicius. El dilema suena a contraste teatral, del anonimato posible en Salt Lake City o Chicago al protagonismo inmediato en Estambul, donde los focos europeos aún tienen hambre de héroes.
El proyecto turco
El Fenerbahçe no negocia con la improvisación; construye su presente como un arquitecto obsesionado con el detalle. Tras la salida de Nigel Hayes y la renovación de Tarik Biberovic, el club apuntala su estructura con la incorporación de Brandon Boston. No se trata solo de fichar nombres, sino de continuar una tendencia clara, importar talento NBA para mantener la hegemonía continental. Jasikevicius, siempre calculador, entiende que la grandeza no se sostiene con discursos, sino con un banquillo profundo y versátil.
Horton-Tucker sería la guinda, el jugador capaz de oscilar entre base y escolta, un comodín joven pero curtido. Su carrera, marcada por destellos en los Lakers y tropiezos posteriores en Utah Jazz y Chicago Bulls, refleja bien esa paradoja cruel, un campeón que nunca terminó de asentarse. Ahora, la posibilidad de unirse a Wade Baldwin, Devon Hall y el renacido Scottie Wilbekin le abre un horizonte nuevo. Europa no es el plan B: es la segunda oportunidad que a veces parece más auténtica que la primera.
Refuerzos y ambición
El plan del club turco no se limita al perímetro. Tras la lesión de Jilson Bango en el AfroBasket, el Fenerbahçe renovó a Khem Birch y selló el fichaje de Armando Bacot, una figura de la G-League con promedios que hablan de músculo y constancia. A sus 25 años, Bacot encarna la tradición de North Carolina, donde se convirtió en el máximo reboteador desde 1973. Su llegada no es un movimiento secundario, es la pieza que convierte a los turcos en un equipo más equilibrado y menos previsible.
Todo apunta a un guion que roza la épica. Mientras el Real Madrid y el Anadolu Efes tantearon en vano a Horton-Tucker, el Fenerbahçe ya prepara el terreno para una temporada donde la ambición se mide en títulos y no en promesas. Con un proyecto que combina juventud y experiencia, dinamismo y solidez, el club se dispone a defender la corona conquistada el curso pasado. Y quizás, con cierta ironía, sea en Estambul donde un campeón de la NBA encuentre por fin el protagonismo que América le negó.