El Real Madrid ganó, sí, pero lo hizo con el agua al cuello. Baskonia, brillante y valiente, convirtió un partido de playoff en una lección de coraje. El 1-0 blanco no esconde el verdadero titular: la serie está muy viva y nadie saldrá ileso
Hay derrotas que dignifican y victorias que delatan. La de este martes, para el Real Madrid, pertenece a la segunda categoría, un triunfo envuelto en sudor y dudas, conseguido más por terquedad que por brillo. Porque lo que ofreció Baskonia en el WiZink no fue un susto pasajero, sino una declaración de guerra con firma vitoriana, intensidad, orden y un plan táctico que por momentos convirtió al gigante blanco en un conjunto dubitativo, al borde del colapso.
La primera parte fue un espejo invertido de las jerarquías, el teórico favorito parecía el aspirante, y el aspirante, un veterano de mil batallas. El Madrid, errático como un pianista nervioso, acumuló siete pérdidas en diez minutos, mientras Baskonia tejía su juego con la precisión de un sastre viejo. Howard mandaba con descaro, y Samanic hacía temblar los cimientos de la pintura. El descanso llegó con ventaja mínima para los visitantes, pero con la sensación de que el león estaba siendo domado con sorprendente facilidad.

El tercer cuarto: de la duda al rugido
Y entonces, el Real Madrid recordó quién era. No por inspiración divina ni genialidad táctica, sino por ese extraño impulso que solo aparece cuando se está cerca del abismo. Un parcial de 17-3, nacido del caos y la rabia, dio la vuelta al guion. Campazzo se convirtió en metrónomo, Llull en motor emocional y Hugo González en perro de presa. Fue un estallido de carácter, más emocional que racional, como si el equipo se quitara una camisa de fuerza invisible y volviera a respirar.
El resto del partido fue un juego de espejos rotos. Baskonia no se rindió, volvió a acercarse con valentía, pero Tavares, en modo emperador senegalés, cerró cada brecha como un guardián de fortalezas medievales. El marcador final, 82-76, no cuenta toda la historia, no refleja el vértigo, la incertidumbre ni la angustia contenida de los locales. Fue victoria, sí, pero con aroma de advertencia. Como si el Real Madrid dijera “estamos vivos”, pero Baskonia respondiera “y nosotros, más despiertos que nunca”.
El carácter como motor de la serie
Lo curioso y aquí la antítesis hace su entrada estelar es que el equipo más talentoso ganó por coraje, y el más humilde perdió con dignidad. El Real Madrid, repleto de nombres y centímetros, sobrevivió a base de esfuerzo colectivo, como si necesitara olvidar por un rato que tenía estrellas. Baskonia, en cambio, jugó como si supiera que no tenía nada que perder y eso lo hizo peligrosísimo.
El viernes, en Vitoria, el relato cambiará de escenario pero no de tono, será otra pelea sin red, otro episodio de esa extraña telenovela que es el playoff, donde los favoritos sufren y los humildes asustan. El Madrid va por el pase; Baskonia, por la rebelión. Y aunque el 1-0 lo firme la historia oficial, el corazón de esta serie late más del lado vasco que del capitalino. De momento.