Dieciséis años después, Ricky Rubio regresa al Joventut como líder natural, inspirando a jóvenes y veteranos con la misma magia
El baloncesto suele ser cruel con el paso del tiempo: los ídolos envejecen, las lesiones arrugan carreras y los regresos casi nunca suenan como en la memoria. Y, sin embargo, Ricky Rubio, tras más de un año sin pisar la cancha, apareció en el Olímpic de Badalona como si hubiera estado guardando sitio para sí mismo. Ocho puntos, varias asistencias y un repertorio clásico entrada a canasta, aro pasado, tiro a una pierna bastaron para que el Joventut se impusiera 78-62 al Hiopos Lleida en el primer test de pretemporada. Más que un marcador, fue un recordatorio: el “Mago de El Masnou” sigue teniendo truco.
El retorno de Ricky no fue solo deportivo, sino emocional. La camiseta verdinegra volvía a envolver los hombros del niño prodigio que, dieciséis años atrás, hacía soñar a Badalona. Ahora, con más arrugas de experiencia que de edad, su regreso se convirtió en el gran titular, eclipsando incluso el debut de fichajes como Cameron Hunt.
El líder que no necesita imponerse: Ricky como referencia silenciosa
El impacto no se mide en estadísticas, sino en la manera en que hasta los veteranos del vestuario se refieren a él. Guillem Vives lo resumió con palabras de devoción: “Muy natural, muy humano, no genera tensión y siempre te da premio”. Para los debutantes Diego Niebla y Humbert Ruiz, compartir minutos con Ricky será una anécdota para contar de por vida; para los veteranos, un recordatorio de cuando el Joventut levantaba títulos con un Rubio adolescente a los mandos.
La antítesis salta sola: lo excepcional convertido en rutina. Ricky, estrella mundial, se presenta como un compañero normal, casi humilde, que ejerce de líder sin alzar la voz. Es en esa paradoja donde reside su verdadero magnetismo: un jugador que carga con la memoria gloriosa del club pero que al mismo tiempo exige a todos vivir el presente con ambición renovada.
Dani Miret un entrenador agradecido por un fenómeno que pide normalidad
El técnico Dani Miret se mostró entusiasmado pero también consciente del regalo que supone tenerlo: “Lo hemos recibido con ilusión y emoción, pero él pide normalidad”. Lo definió como “una estrella en valores” antes que como un jugador de talento, subrayando esa mezcla de serenidad y grandeza que lo distingue. En el fondo, lo que Miret pide a su plantilla es sencillo: aprovechar que Ricky está aquí, disfrutarlo y aprender de él.
La escena tiene algo de símil literario: como si un mito regresara al escenario donde empezó la fábula, no para repetirse, sino para guiar a los nuevos actores. Ricky Rubio no ha vuelto como reliquia, sino como brújula. Y el baloncesto, que tantas veces olvida rápido, se detuvo un instante en Badalona para celebrar que, a veces, los héroes también saben regresar.