Una Fonteta encendida, un recital de Montero y un marcador que deja pocas dudas
Hay victorias y hay exhibiciones. Lo que hizo Valencia Basket este jueves en la Fonteta pertenece a la segunda categoría. El equipo de Pedro Martínez no solo venció, arrasó, y lo hizo con una autoridad que convierte el 2-0 en la serie en algo más que una estadística: es una declaración de intenciones. Si logran cerrar la eliminatoria en Tenerife, estarán en la tercera final de su historia. Y, viendo lo de esta noche, cuesta imaginar otro desenlace.
El quinteto inicial Montero, Badio, Ojeleye, Pradilla y Reuvers arrancó con susto incluido: un 0-5 en contra que duró exactamente lo que tardó Montero en activarse. Cinco puntos suyos encendieron la chispa, y a partir de ahí fue un monólogo taronja. Del empate al despegue en pocos minutos: 15-5, luego 23-10 al final del primer cuarto, con Montero (alias El Problema) ya sumando 10 puntos como quien lava.
La velocidad del Valencia no tuvo respuesta
Tenerife intentó sostenerse desde el triple, porque en juego estático no encontraba aire. Pero Valencia corría, presionaba, doblaba, clavaba. Era un vendaval anaranjado. Un triple de Montero sobre la bocina al filo del descanso puso el 55-35 y dejó el partido ya con aroma de sentencia.
Y por si quedaban dudas, el tercer cuarto arrancó igual: el público encendido, los jugadores en trance, y el marcador subiendo sin freno hasta un elocuente 71-46. Tenerife amagó con una reacción cuando Valencia levantó ligeramente el pie porque hasta las tormentas necesitan respirar, pero el 75-57 con el que se entró al último cuarto ya era, en realidad, el epílogo anunciado.

Los últimos diez minutos sirvieron para confirmar la fiesta (y ampliar el margen): 105-74, marcador final. Un resultado contundente, que no fue aún más abultado gracias a los esfuerzos de Lluis Costa y Fitipaldo, los únicos que mantuvieron algo de orgullo visitante.
Pedro Martínez sonríe, la Fonteta ruge y el Valencia Basket acaricia una final que ya no es un sueño: es una realidad en construcción. La serie viaja a Tenerife, sí, pero el golpe psicológico ya ha sido dado. Y fue de esos que duelen.