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Doncic apunta a LeBron

La corona temblorosa y el trono sin dueño en el reino de los Lakers

En Los Ángeles, las derrotas nunca son simplemente eso. Son tragedias shakesperianas con focos de neón. La reciente eliminación de los Lakers a manos de los Timberwolves ha sido más que una caída deportiva: ha sido una epifanía incómoda, un espejo que ya no devuelve solo el reflejo de LeBron James, sino el de un joven esloveno con cara de no haber roto un plato… y un historial defensivo que sugiere lo contrario.

Luka Doncic, el jugador que juega como si el baloncesto fuera una lengua muerta que solo él supiera declinar, ha sido colocado en el ojo del huracán. Y no precisamente por su poesía ofensiva. Zach Lowe, con la precisión quirúrgica de quien ya ha visto mil caídas antes, disparó sin rodeos: “Doncic está totalmente inoperante en defensa. ¿Por qué necesita siempre estar contra las cuerdas para empezar a pelear?”. La pregunta flota en el aire como una acusación que nadie quiere responder, pero todos comentan.

Doncic
Mientras Luka resta en defensa, LeBron James intenta sostener la estructura defensiva angelina

La crítica no cesa: Doncic señalado

El contexto no ayuda: mientras Doncic repartía asistencias como quien lanza migas a los pájaros, Rudy Gobert y los Wolves se daban un festín en la pintura. Veinte rebotes de diferencia, una superioridad física obscena y una sensación general de que los Lakers simplemente no estaban construidos para esa guerra.

Y como si faltaran fósforos para avivar el incendio, apareció Charles Barkley. El hombre que convierte cada frase en una pequeña bomba de humo mediático no defraudó: “No sabe defender ni a una silla”. Una crítica devastadora, aunque ligeramente injusta con las sillas, que al menos saben estarse quietas.

Pero en el fondo, el verdadero terremoto no viene de lo que Luka hace o deja de hacer. Viene de lo que LeBron ya no puede hacer. Paul Pierce, nunca tímido con sus opiniones, soltó la carga de profundidad: “Si los Lakers quieren volver a ser aspirantes, tienen que cerrar la era LeBron y empezar la de Luka”. Y con eso, el pasado y el futuro quedaron brutalmente enfrentados.

¿Es el fin de la era LeBron?

Porque sí, LeBron es una leyenda. Pero también lo es Julio César, y ya sabemos cómo terminó. Pierce lo reconoce: el legado de James merece una estatua. Tal vez varias. Pero las estatuas no cubren a Anthony Edwards ni se fajan en el poste bajo.

He aquí la antítesis crucial: seguir orbitando alrededor de una estrella en ocaso o entregarse a la fuerza incontrolable de un cometa recién llegado. LeBron representa la continuidad, la narrativa, la seguridad. Luka, en cambio, es el caos seductor del talento bruto, de lo que podría ser… si tan solo decidiera perseguir también a los rivales.

La eliminación no fue sólo una derrota. Fue una revelación. Los Lakers no solo perdieron una serie; perdieron la excusa para no tomar una decisión. Tienen dos caminos: construir alrededor del pasado o apostar sin red por un futuro indomable. Lo que está claro es que ya no pueden tener ambos.

Y quizá, como en toda gran saga angelina, haya lágrimas antes del redoble final. Porque toda corona se oxida. Y todo trono, tarde o temprano, busca nuevo dueño.

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