Un intercambio con Houston que removería los cimientos en Boston
Cuando una franquicia como Boston tropieza tantas veces al borde del podio, la pregunta deja de ser “¿quién falla?” para convertirse en “¿quién sobra?”. Bill Simmons, viejo gurú del análisis y el micrófono con acento de Massachussetts, ha propuesto algo que no suena a locura… pero sí a herejía: traspasar a Jaylen Brown y Jrue Holiday. No por desesperación, sino por arquitectura. Por rediseño.
El canje con los Houston Rockets más una tesis que una negociación real sacude a quienes aún creen que talento más continuidad es igual a campeonato. Porque lo cierto es que el talento ya está, la continuidad también… pero el anillo no.
Los términos del canje
Boston recibiría:
- Fred VanVleet
- Jabari Smith Jr
- Tari Eason
- La 10ª elección del Draft 2025
Houston recibiría:
- Jaylen Brown
- Jrue Holiday
A simple vista, parece una venta de garaje en verde para Boston. Pero debajo de las cifras y los nombres, hay algo más profundo: una rendición táctica, pero una posibilidad emocional. Porque si no ahora… ¿cuándo?

Juventud por presente, y viceversa
Boston está emparedado entre la urgencia y la lógica. Jaylen Brown es un jugador formidable, sí, pero también es el escolta más caro de la historia. Y su convivencia en pista con Tatum tan elogiada como estéril en mayo ya no ilusiona. Jrue Holiday, veterano de élite, añade peso salarial sin garantizar el anillo.
Houston, por el contrario, tiene todo lo que Boston ya no puede permitirse: juventud, margen, espacio para equivocarse. En ese contexto, cambiar prospectos por estrellas puede sonar imprudente… o simplemente inevitable. Y para los Rockets, Jaylen Brown sería ese salto cuántico que toda reconstrucción sueña dar. Holiday, por su parte, traería oficio, cultura y un manual de defensa con triple espiral.
La lógica de una traición calculada
Fred VanVleet no es Holiday, pero es más joven y menos oneroso. Jabari Smith Jr y Tari Eason no son estrellas, pero podrían ser pilares. Y la décima elección del draft es un arma de doble filo: puede ser talento o puede ser traspaso. Lo que Boston gana no es inmediato: es control, es maniobrabilidad, es aire en las costillas de su futuro financiero.
¿Sería impopular? Por supuesto. ¿Arriesgado? Más que un triple en fadeaway con la serie empatada. Pero hay algo más peligroso que el riesgo: la resignación. Seguir apostando por lo mismo esperando un resultado distinto ya no es audacia. Es fe ciega. O arrogancia.
¿Romper la baraja… o morir con ella?
La propuesta de Simmons no es más que eso: una provocación útil. Pero en los despachos de Boston, el eco de su planteamiento debería resonar con fuerza. Porque la verdadera pregunta no es si Jaylen Brown debe irse. Es si Boston puede ganar con él, con ese núcleo, con ese libreto.
La historia reciente de la NBA no premia al que más aguanta. Premia al que se atreve a cambiar a tiempo. Los Raptors se deshicieron de DeRozan y ganaron. Los Warriors soltaron a Wiseman por un anillo más. ¿Y Boston? ¿Está dispuesto a entregar una pieza noble para armar, por fin, un equipo campeón?
A veces, para dar el paso final… hay que desarmar lo que parecía intocable.