Minnesota Timberwolves arrasan a OKC: una paliza que reescribe la serie y exalta a Chris Finch
143 puntos. A la mejor defensa de la NBA. En unas finales de Conferencia. En un partido donde cada posesión debería pesar como una losa. Y sin embargo, los Minnesota Timberwolves convirtieron el tercer asalto contra los Thunder en una sinfonía de agresividad, ritmo y demolición emocional.
Lo que ocurrió en el Target Center no fue solo un golpe sobre la mesa. Fue un puñetazo en el rostro del favoritismo, un robo simbólico de ese MVP no oficial que Shai Gilgeous-Alexander parecía estar esculpiendo a base de recitales… hasta que se cruzó con un vendaval llamado Minnesota.
Shai desactivado, OKC desarmado
Shai, omnipresente en los dos primeros partidos de la serie, fue reducido esta vez a un eco de sí mismo: 14 puntos, 4 de 13 en tiros y ningún atisbo de esa serenidad que tanto aterroriza a sus rivales. Minnesota no solo lo defendió. Lo asfixió. Lo empujó a la ansiedad, lo sacó del partido desde el primer minuto y dejó claro que esta vez no iba a haber redención tardía.
El 143-101 no es solo un resultado escandaloso. Es un retrato psicológico. Porque OKC no perdió el partido. Lo abandonó. Y cuando un equipo de 68 victorias en temporada regular se ve 32 puntos abajo al descanso… algo se ha roto.

Anthony Edwards, la estrella sin freno
Si Shai se apagó, Anthony Edwards se incendió. Con 30 puntos, 9 rebotes y 6 asistencias en solo 30 minutos, y un demoledor 12 de 17 en tiros (5/8 en triples), el escolta de los Wolves dejó claro que lo suyo no es solo talento explosivo: es liderazgo feroz.
Fue él quien marcó el tono desde el salto inicial. Cada triple era un puñal, cada penetración una declaración de intenciones. En noches como esta, Edwards no solo parece el jugador del presente de Minnesota. Parece su futuro, su aura, su tótem.
Y no estuvo solo: Julius Randle, encajando de forma brillante en un equipo que ya no depende del individualismo, sumó 24 puntos con un 9/15 en lanzamientos. Cada posesión fue una danza coral, cada movimiento ofensivo una coreografía bien ensayada.
Chris Finch: el técnico que ya merece más titulares que interrogantes
Hay entrenadores que solo existen cuando se les busca culpables. Y otros, como Chris Finch, que deberían estar ya grabando su nombre en la historia del baloncesto de Minnesota. Porque lo de anoche fue un mensaje. Un equipo emocionalmente al límite, 0-2 abajo, encontró identidad, orgullo, juego… y lo hizo gracias a una dirección de orquesta precisa y valiente.
Desde que tomó el timón en 2021, Finch ha llevado a los Wolves a lugares donde solo había polvo y frustración. Esta podría ser la primera final de la NBA en la historia de la franquicia. Y sería injusto contarla sin mencionar que hay un entrenador detrás, no un decorado.
¿Y ahora qué?
El 2-1 reabre la serie y convierte el cuarto partido en una trinchera decisiva. Si los Wolves repiten exhibición, todo cambia. Si OKC reacciona, aún conservan el mando. Pero lo que quedó claro es que ya no hay favoritos absolutos. Porque los Thunder, que bailaban con soltura sobre la lógica, han sentido el suelo abrirse bajo sus pies.
Y eso, en playoffs, no se olvida. Ni se perdona.