El Athletic se despide de Europa entre goles y heridas
En Old Trafford, templo de leyendas y verdugo de ilusiones, el Athletic Club vivió una noche de esas que terminan pesando en los párpados más que en la clasificación. El 4-1 ante el Manchester United no fue solo una derrota. Fue una lección dolorosa, una despedida prematura y una advertencia al alma rojiblanca: en Europa, desconectarse diez minutos equivale a firmar la rendición.
Ernesto Valverde lo dijo sin rodeos, con ese tono entre la resignación y la firmeza que solo manejan bien los entrenadores que han envejecido en los banquillos: “Hay que estar de pie hasta el final.” Y el Athletic, en los últimos diez minutos, se sentó. No literal, pero casi. El tanto de Jauregizar en el 31’ pareció encender un partido que, en realidad, solo estaba esperando el momento exacto para apagarse. Y cuando Mount, Casemiro y Højlund se pusieron en modo trituradora, no hubo dios en San Mamés que detuviera el vendaval.
El lamento necesario de Valverde
En la rueda de prensa, Valverde no alzó la voz. Tampoco buscó excusas. Solo dejó caer frases que duelen más que un reproche: “Todo se ve a través del resultado. Es contundente.” Como quien asume que, en este deporte, el marcador borra matices y no deja espacio para el “casi”.
Pero entre la desilusión, también se filtró una voluntad de aprender, esa capacidad que tienen los equipos con identidad para hacer de la derrota un material de construcción. “Para muchos jugadores era la primera vez en Europa. De estas cosas también se aprende”, insistió Valverde, intentando transformar el tropiezo en experiencia, el batacazo en base de futuro.
Beñat Prados, el golpe más literal
Más allá del resultado, hubo otra preocupación en el aire: la lesión de Beñat Prados. Una entrada fuerte, una tibia maltratada y una herida que obliga a esperar pruebas médicas. “Una herida profunda”, explicó Valverde con gesto serio. La jugada, curiosamente, no fue revisada. O si lo fue, el VAR prefirió el silencio. El técnico, irónico con diplomacia, deslizó lo que muchos pensaron: “Lo veo todo a favor del Athletic y en contra del Manchester.” Una frase que podría sonar a excusa… si no fuera porque se pronunció con más tristeza que rabia.
La Champions no está perdida
A pesar del varapalo, Valverde no permitió que la decepción se colara en el discurso de futuro. “Tenemos retos importantes en Liga. Queremos jugar la Champions.” Y ese querer es más que un deseo: es una declaración de intenciones. Quedan cuatro jornadas. Queda el cuarto puesto. Queda San Mamés, que volverá a rugir. Porque si algo tiene este equipo es que nunca se entrega del todo.

Una hinchada que no falla, aunque el equipo sí lo haga
El único triunfo incontestable de la noche fue el de la afición. Valverde lo reconoció con emoción contenida: “Lo hacemos todo por ellos. Lo que transmiten es impresionante.” Y es cierto. Porque en Manchester, como en tantos otros rincones de Europa, el Athletic viaja con su gente como quien lleva una catedral portátil.
Diez minutos. Cuatro goles. Una herida. Y un futuro que aún late.
Valverde se quedó con mal sabor. “Me fastidia que por 10 minutos nos llevamos esta sensación”, admitió. Y tenía razón. Porque en el fútbol, a veces, se necesita solo un suspiro para arruinar una obra entera. Pero el Athletic ha demostrado demasiadas veces que sabe resurgir. En silencio, sin aspavientos, con la nobleza de los que entienden que perder no es fracasar… si se vuelve con más ganas.