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De Marcos quédate

Este domingo en San Mamés no se jugará un simple partido, se vivirá una liturgia de despedida. Óscar de Marcos, emblema silencioso del Athletic Club, disputará su último encuentro como león

Hay despedidas que se cantan como himnos y otras que se susurran con la garganta hecha nudo. La de Óscar de Marcos será ambas cosas a la vez. Este domingo, San Mamés no solo despedirá a un jugador, dirá adiós a un arquetipo. Porque De Marcos no fue solo lateral derecho, fue brújula moral y sostén emocional de un vestuario que, durante más de una década, encontró en él una forma de estar en el mundo. Mientras la UEFA reparte flashes con la final europea, en Bilbao se cuece algo más íntimo, la ovación eterna a un hombre que nunca buscó ser estrella, y acabó siendo constelación.

Aritz Aduriz, viejo socio en las trincheras rojiblancas, lo resumió con una frase cargada de entrañas. “Yo también gritaré ‘¡De Marcos quédate!’”. Un grito que no es solo ruego, sino gratitud. Porque en la era de los contratos líquidos y los corazones fugaces, él fue tierra firme. Y eso, en el fútbol de hoy, es casi revolucionario. El pasillo que le harán los jugadores del Barça no es solo gesto de cortesía, es una reverencia involuntaria a una forma de entender el deporte que parece en extinción.

Óscar de Marcos
Hablar de Óscar es hablar de alguien que ha tocado el alma del vestuario

El alma silenciosa del Athletic

Cuando Aduriz subió al escenario del Fan Festival UEFA, lo hizo con la palabra justa. “Hablar de Óscar es hablar de alguien que ha tocado el alma del vestuario”. No lo dijo como cumplido, sino como quien nombra una evidencia. De Marcos ha sido esa figura que no necesita levantar la voz para imponerse. En tiempos donde el ruido suele disfrazarse de liderazgo, su silencio fue gramática del respeto. En cada gesto, en cada carrera sin balón, hablaba una ética, la del jugador que no se deja arrastrar por la vanidad.

Y es que hay futbolistas que juegan partidos, y otros que juegan biografías. De Marcos pertenece al segundo grupo. Su legado no se mide en goles ni en titulares, sino en lo invisible, la confianza que inspira, la paz que irradia, la lealtad que contagia. Se va sin estridencias, como vivió. Pero deja un eco que seguirá resonando en Lezama, en las gradas, en los niños que sueñan con ser como él. Porque en un mundo que celebra lo fugaz, él eligió durar.

Heroísmo sin pancarta

Aduriz aprovechó también para reivindicar lo que pocos quieren ver, el mérito silencioso de un club que compite con los gigantes sin dejar de mirarse al espejo. “Lo del Athletic esta temporada es una heroicidad silenciosa”, dijo, como quien nombra una verdad incómoda. Mientras otros inflan sus vitrinas con millones, el Athletic alimenta su orgullo con coherencia. Y eso, aunque no se contabilice en trofeos, vale su peso en dignidad.

No, no estarán en la final europea. Pero estuvieron donde más importa, fieles a su gente, a sus principios, a su historia. Y aunque duela la despedida, duele con dulzura. Porque De Marcos se va como se van los grandes: cuando todavía podrían dar más. “Yo estaré allí, como uno más, con el alma encendida”, remató Aduriz. Y ese “uno más” esconde un símbolo, en San Mamés no hay dioses, solo hombres que se hacen eternos a fuerza de ser fieles. Como Óscar.

Unai Simón Champions