Una operación sin red, una cláusula sin garantías y un club al borde del abismo financiero
No fue una negociación, fue una encerrona con corbata. Lo que el FC Barcelona le ofrecía a Nico Williams no era un contrato, sino una jugada a ciegas: pagar su cláusula con dinero prestado y rogar después al cielo, al CSD y a Javier Tebas para poder inscribirlo. Lo llamaron “plan financiero”; en realidad, era una trampa con forma de milagro administrativo.
Pero Nico no cayó. Y, sobre todo, Félix Tainta no tragó. Porque el agente al que el Barça llegó a querer apartar de la operación como si fuera un estorbo y no un garante entendió que la voluntad del jugador no podía estar por encima de las leyes del fair play financiero, ni del sentido común.

La vieja táctica: prometer primero, arreglar después (si eso)
En los despachos del Camp Nou todo son promesas: “tranquilos, lo inscribiremos”. Como si las restricciones económicas fueran un detalle menor, como si ya no recordáramos el sainete de Dani Olmo, inscrito solo gracias a una excepción política con Christensen lesionado y el reglamento retorcido al máximo. ¿Volvería a pasar? Tal vez. ¿Debería confiar Nico en eso? De ninguna manera.
Porque esta vez no hablamos de una joya nostálgica queriendo volver a casa. Hablamos de un internacional de 22 años, titular en la selección campeona de Europa, MVP de la final, que lo tiene todo por delante. Y que no puede permitirse pasar de San Mamés… a la grada.
60 millones de crédito más, ¿qué más da?
Para colmo, el Barça pensaba pagar la cláusula con otro crédito. Total, ¿qué más da deber 2.000 que 2.060 millones? En las oficinas azulgranas, el endeudamiento es ya una forma de vida, como quien enciende la calefacción con la tarjeta de crédito. Pero ni Nico ni su entorno querían ser cómplices de un fichaje-puente, una maniobra sin garantías que no sólo los dejaba expuestos, sino que empantanaba la imagen del propio jugador en plena cúspide de su carrera.
El Athletic, lejos del ruido, ganó otra vez
Mientras tanto, en Lezama, la jugada fue otra. Renovación hasta 2035. Cláusula que sube más de un 50%. Proyecto deportivo sólido. Y una afición que no suplica a nadie: sólo necesita que los suyos quieran estar.
La guerra mediática la ganó el ruido. La batalla legal la evitó Tainta. Pero la victoria moral y deportiva es del Athletic. Porque, en esta historia, el único fichaje que se cerró con dignidad fue el que no se hizo.