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Nico Williams se dió cuenta de la calaña que es el Barça actual sin un euro

La operación era un engaño al más puro estilo mafioso

Sí, el Athletic es un grande. Y no por músculo financiero o por títulos recientes, sino por algo mucho más escaso en el fútbol contemporáneo: coherencia y dignidad. Lo de Nico Williams no es una simple renovación, es una declaración de principios. En un mercado infectado de operaciones diseñadas con humo, cláusulas-trampa y giros de guion al filo del reglamento, el jugador con la madurez de un veterano y el orgullo de un chaval de Lezama ha dicho no gracias a uno de los clubes más poderosos del mundo.

La oferta fantasma del Barça

Vamos a contarlo sin rodeos: el Barça no podía fichar a Nico Williams. Ni en junio, ni en julio, ni con fuegos artificiales contables ni con apelaciones a la épica culé. Lo sabían en las oficinas del Camp Nou, lo sabía Deco, lo sabían en LaLiga y lo sabían, sobre todo, en Bilbao. La única manera de ejecutar el fichaje era a través de una coreografía arriesgada: conseguir un crédito de 60 millones (porque en las arcas azulgranas no hay ni telarañas), activar la cláusula de rescisión sin saber si se podría inscribir al jugador, y luego presionar políticamente al Consejo Superior de Deportes para que hiciera la vista gorda, como ya hizo con Dani Olmo.

Solo que esta vez no era Olmo, hijo pródigo que regresaba a casa, sino Nico, que en casa ya estaba.

Nico Williams
La ilusión de un fichaje athleticzale

Felix Tainta no tragó

El representante, Félix Tainta, ha sido en esta historia lo que en otros tiempos eran los hombres buenos de la villa. No solo por proteger los intereses de su representado, sino por entender que el fútbol no puede seguir funcionando como una tómbola donde todo vale si lo hace el Barça o el Madrid. Vio venir la jugada, olió el riesgo de ver a su jugador sentado en la grada sin ficha por un sainete financiero, y se plantó. Con inteligencia, con profesionalidad, y con algo que escasea: valor civil.

El Athletic, grande sin comillas

Aquí no hay fichajes galácticos, ni petrodólares, ni giras de TikTok. Hay cantera, hay raíces, hay un vestuario que se parece a su afición. Nico no solo ha renovado: ha elegido una forma de estar en el mundo. Ha rechazado un paraíso con pies de barro por seguir construyendo historia en un club que lo ha formado, lo ha cuidado y lo ha proyectado al mundo.

El Barça, mientras tanto, sigue bailando sobre el alambre. Y ya no se sabe si da más pena por la situación económica o por la forma en que desfigura su propio prestigio con operaciones que suenan a trileros en el Paseo de Gracia.

Y mientras en Bilbao se celebraba la renovación del 10 con un tuit y una ovación sentida, en Barcelona se escribía otro capítulo de su comedia de enredos financiera.

El fútbol español se divide, cada vez más, entre los que fabrican humo… y los que fabrican jugadores.

Areso Athletic