En Bilbao, donde la pasión se lleva en la sangre y los silencios pesan como adoquines, Ernesto Valverde parece estar más fuera que dentro. Y, como siempre, no lo dirá en voz alta
El fútbol vasco no entiende de artificios. Su idioma es otro, austero, férreo, incluso un poco espartano. Y si existe un intérprete perfecto de ese dialecto silencioso, ese es Ernesto Valverde. Un entrenador que no grita, no gesticula ni regala titulares crípticos para alimentar el algoritmo. Dirige. Sin efectos especiales. Y a veces, en esta era de luces y fuegos de artificio, con eso basta.
Ahora, tras una temporada sobria y por momentos brillante, todo apunta a que el técnico más elegante en su mutismo podría estar concluyendo su tercer y quizá último acto como entrenador del Athletic Club. Sin dramas, sin comunicados rimbombantes, sin portazos. Como quien sale de casa dejando la cama hecha, el café lavado y la puerta sin cerrar del todo.

Tres vidas en Lezama: el vínculo inquebrantable entre Valverde y el Athletic Club
Lo de Valverde con el Athletic Club no es una relación contractual; es una saga. Jugador en los 90, técnico en los 2000, piedra angular en los 2010. Y ahora, posiblemente, personaje principal de un epílogo anunciado en 2025. Son más de veinte años de idas y venidas que han dejado una huella discreta pero imborrable en Lezama.
Cada vez que volvió, fue para apagar incendios. Como ese viejo profesor que, sin necesidad de alzar la voz, logra que una clase entera lo escuche. Y funcionó, Europa, solidez táctica, jóvenes que florecieron como si de repente les hubieran hablado en su idioma. Hasta una Supercopa ganada al Barça, como quien le roba la corona a un rey dormido y la deja encima de la mesa antes de irse.
La paradoja silenciosa: ¿qué pasa si Valverde se va?
Lo más fascinante de Ernesto Valverde es su contradicción encarnada. En un fútbol inflamado de egos y tácticas circenses, él camina como un monje zen entre bastidores. No promete revoluciones; las ejecuta en voz baja. Sus ruedas de prensa son como haikus breves, pensadas, con espacio para el silencio. Su juego es ordenado, sobrio, con un lirismo contenido como una melodía que solo suena si prestas atención.
Ahora bien, ¿qué pasará si se va? En otros clubes su salida sería un drama griego. Aquí, es más bien una elegía en voz baja. Sin embargo, su ausencia dejaría un hueco estructural. Porque el Athletic sin Valverde es menos predecible, más expuesto. Como un reloj suizo al que le quitan la última pieza y, aunque aún da la hora, ya no suena igual. Si finalmente se marcha, lo hará como llegó, caminando en línea recta, sin mirar atrás y dejando eco.