En la era del TikTok y los tatuajes minimalistas, una simple gorra colocada al revés ha encendido un debate nacional. Lamine Yamal, joven estrella del fútbol español, apareció así en rueda de prensa tras vencer a Francia, desatando la furia de Guti
La victoria de España sobre Francia en la Nations League trajo más que celebraciones, desató una polémica digna de sobremesa. Lamine Yamal, adolescente prodigio y héroe futbolístico precoz, se presentó en la rueda de prensa con una gorra hacia atrás. Un gesto que en cualquier parque parecería inocente, pero que, en el templo televisivo de El Chiringuito, despertó los demonios del decoro. Guti, viejo rockero del Real Madrid reciclado en predicador de buenas costumbres, lanzó su sentencia. “Llámame viejo, pero a mí esas cosas no me gustan”. Y allí empezó todo.
El comentario, pronunciado con la solemnidad de quien reprende a un sobrino descarriado, no hablaba solo de una gorra. Hablaba del abismo entre generaciones, del choque entre la espontaneidad de un chico de 16 años y el peso simbólico del escudo nacional. Guti no criticó la estética, sino lo que creía que esa estética decía. Como si una visera girada pudiera volverse manifiesto ideológico, subversión de protocolo, desdén a la institución. En un país donde el fútbol es religión, el atuendo se convierte, inevitablemente, en herejía.

De la moda a la moral: la gorra como símbolo
Lo curioso y profundamente irónico es que Guti, antaño adalid del desparpajo y la melena rebelde, se erija hoy en paladín del respeto institucional. El mismo jugador que una vez fue portada por sus fiestas ahora clama por el decoro. La antítesis no podría ser más elocuente, el enfant terrible del pasado fustiga al enfant terrible del presente por no saber comportarse como un caballero. ¿Es evolución? ¿Hipocresía? ¿O simple nostalgia de cuando ser irreverente parecía menos problemático?
Más allá del juicio estético, Guti subrayó su preocupación por el entorno del joven Yamal. No lo culpó a él, sino a quienes no le enseñan cómo presentarse en sociedad. “Es culpa de la gente que está al lado”, sentenció, como si la gorra fuera síntoma de una tutela ausente. El reproche, entonces, no fue contra la tela ni la moda, sino contra el silencio de los adultos que deberían guiar. Como si en cada rueda de prensa también se disputara un partido invisible entre generaciones, códigos y maneras de estar en el mundo.
El fútbol: ese espejo donde se refleja todo
El episodio revela algo más profundo, la batalla cultural que se libra bajo el disfraz del deporte. El fútbol ese teatro nacional donde los héroes son adolescentes y los jueces, exleyendas se convierte en campo de batalla para viejos dilemas, tradición versus cambio, disciplina frente a espontaneidad, formas contra fondo. ¿Acaso una gorra puede ensombrecer una hazaña deportiva? ¿O simplemente revela cuánto nos cuesta aceptar que el mundo ya no se peina igual?
En su despedida, Guti zanjó el tema con una frase que fue confesión y epitafio. “Me he vuelto viejo, Josep”. Tal vez sin quererlo, ofreció la clave de todo el debate. Porque más que una crítica a Yamal, lo suyo fue el lamento de quien ve pasar el tiempo y no reconoce ya el idioma de los nuevos ídolos. Y tal vez, en el fondo, la gorra era solo eso, una señal de que la historia sigue escribiéndose, aunque algunos prefieran la caligrafía de ayer.