El Barça duda de Ter Stegen y ya mira al futuro: Unai Simón, firme bajo palos en Bilbao y en la selección, aparece como el candidato ideal para liderar una nueva era en la portería culé
Marc-André ter Stegen, una vez figura inamovible bajo palos, hoy tambalea en el trono. La lesión que lo apartó a comienzos de temporada ha servido de lupa para un declive físico y técnico que el Barça ya no puede ignorar. El alemán, que fue escudo y espejo durante años, ha dejado de ser intocable. Y cuando los ídolos envejecen, los clubes miran hacia adelante. a veces con más pragmatismo que gratitud.
En ese futuro que el Barça comienza a bosquejar, un nombre resuena con fuerza Unai Simón. Guardián del Athletic y de la selección española, atraviesa su punto más alto como profesional. Tiene 27 años, temple de veterano, reflejos intactos y, lo más valioso en estos tiempos de confusión táctica, un liderazgo sereno. No grita, convence. No vende humo, para balones. En Can Barça lo ven como el relevo perfecto, joven, curtido y listo para tomar las llaves de la portería en una nueva era.
Promesas y fisuras
El interés del Barça no es una ocurrencia de primavera. Viene de lejos, pero esta vez llega con papeles en la mano, un proyecto claro, la promesa de titularidad en los grandes escenarios y un entorno competitivo a su medida. El contraste es evidente. En Bilbao, Ernesto Valverde ha empezado a alternarlo con Julen Agirrezabala en competiciones europeas. Nada escandaloso, pero suficiente para que en Barcelona interpreten una grieta en su fidelidad rojiblanca.
Porque en el Athletic no se improvisa. Los porteros, como los valores, se heredan. Y Simón representa esa idea ancestral de pertenencia que tanto idolatra San Mamés. Sin embargo, incluso los amores más sólidos pueden tambalear cuando la Champions llama a la puerta y te promete algo que el corazón no siempre sabe dar: trascendencia.
El muro vasco y la tentación catalana
El Athletic no quiere oír hablar de traspasos. Tiene a Simón atado hasta 2029 y envuelto en el relato institucional del club. No hay señales de incomodidad, ni declaraciones inquietantes, ni guiños a terceros. Pero el fútbol, ese camaleón emocional. no se guía por contratos, sino por momentos. Y si hay algo que el Barça sabe vender mejor que nadie, es una idea de futuro con aroma de leyenda.
Así, entre la resistencia vasca y la insistencia catalana, se abre un compás de espera. No es guerra abierta, pero tampoco paz duradera. Porque mientras Ter Stegen pierde reflejos, Simón gana pretendientes. Y aunque la puerta aún no se ha abierto, tampoco está cerrada con llave.
