David Larrubia ha decidido seguir ligado al Málaga hasta 2028, rechazando ofertas millonarias del extranjero para cumplir su sueño de liderar al equipo de su ciudad y reforzar la apuesta del club por el talento local
David Larrubia, apodado con justa poesía como “El Mago” en La Rosaleda, ha decidido prolongar su hechizo sobre el Málaga hasta junio de 2028. Su contrato, que expiraba en 2027, parecía suficiente garantía de continuidad; sin embargo, Loren Juarros y la dirección deportiva no quisieron tentar al destino. El club aprendió de sus errores con Roberto y Cordero, quienes se marcharon dejando tras de sí solo un hueco contable y ningún beneficio económico. Esta vez, la lección está interiorizada, al talento se le blinda antes de que se esfume.
El acuerdo se sellará con una cláusula de rescisión de ocho millones de euros, cifra que no solo pone un precio a la magia sino que, paradójicamente, la preserva. Porque el Málaga no solo asegura a un futbolista, asegura una identidad, un símbolo de arraigo. En un fútbol cada vez más global y desarraigado, el club andaluz ha encontrado en esta renovación un ancla en medio de un mar de incertidumbres.
Ofertas millonarias rechazadas
El potencial de Larrubia no ha pasado desapercibido para el resto del planeta futbolístico. Arabia, Austria, Bélgica y otros clubes españoles deslizaron sobre su mesa propuestas económicas superiores a las malaguistas, tentaciones doradas que podrían haber cambiado el rumbo de su carrera. Pero el mediapunta, con un gesto que mezcla romanticismo y rebeldía, eligió quedarse donde empezó a soñar.
Desde niño se imaginó vistiendo la camiseta blanquiazul y ahora, con técnica, explosividad y visión de juego, está preparado para liderar sobre el césped lo que de niño apenas cabía en su imaginación. Rechazar millones para perseguir el regreso del Málaga a Primera no es solo una decisión profesional, es casi una declaración poética, un recordatorio de que a veces la fidelidad puede ser más poderosa que el dinero.
Declaración de intenciones
Larrubia ya había anticipado su permanencia con la misma naturalidad con la que reparte pases. “Loren quiere y yo quiero”, dijo meses atrás, como si la renovación fuese tan inevitable como un amanecer. En una entrevista reciente con Ser Deportivos Málaga, volvió a insistir. “Ya lo he dicho mil veces. Para mí ya estoy renovado, quiero estar tranquilo y tarde o temprano se hará oficial. Estoy deseando que se pueda anunciar y centrarme en lo que toca”. Palabras sencillas, pero cargadas de convicción.
Su postura refleja madurez y serenidad, virtudes poco frecuentes en un mercado dominado por el vértigo de los contratos. Respaldado por su familia y entorno profesional, Larrubia ha preferido el balón a la negociación, el césped al despacho. En un tiempo en que las carreras parecen gestionadas como carteras de inversión, el malagueño ha optado por recordar que el fútbol, en esencia, sigue siendo un juego de pertenencia y lealtad.