El Valencia CF se hunde en su propia inercia

El equipo repite los errores de siempre: desorden defensivo, ataque plano y una plantilla mal planificada que apunta al sufrimiento

El Valencia CF vuelve a mirar hacia abajo. A comienzos de temporada, muchos soñaban con escalar posiciones, esperar tropiezos de los de arriba y soñar con volver a Europa. Pero la realidad se impone: el único objetivo es salvar la categoría. Lo más frustrante es que todo esto se veía venir desde pretemporada. Para algunos, esos partidos no significan nada; para otros, son el espejo donde se refleja el futuro. Y en el caso del Valencia, ese espejo mostró un panorama nítido: un equipo sin rumbo, sin equilibrio y sin soluciones.

Bajo el mando de Corberán, los síntomas ya eran visibles. La falta de cohesión, la desconexión entre líneas y la escasa intensidad han terminado por convertir al equipo en una sombra de sí mismo.

Un equipo roto atrás y sin ideas arriba

El Valencia es un desastre defensivo. Ni en bloque bajo consigue protegerse. Le llegan con facilidad porque los rivales encuentran la espalda de mediocentros, laterales y centrales. No hay sincronía en la presión cada jugador salta cuando quiere y la falta de intensidad es alarmante.

A balón parado, el equipo es una caricatura. Tres puntos perdidos en dos salidas por errores en defensa de estrategia resumen el drama. Y en ataque, el panorama no mejora: el conjunto es previsible, lento y sin imaginación.Pese a contar con jugadores rápidos arriba, el equipo insiste en salir jugando desde atrás, sin tener las piezas adecuadas para ello. La mayoría apenas tiene nivel justo para competir en Primera, y se les exige jugar al toque, batiendo líneas.

Cuando el balón llega al centro del campo, el fútbol se disuelve. Javi Guerra fue el mejor en Girona, pero es un llegador, no un generador. Desde la salida de Enzo, el Valencia se ha quedado sin brújula. Sus sustitutos, como Barrenechea o Santamaría, no están a la altura: un cambio de Audi A3 Sedán a Fiat Multipla, como dice la ironía popular.

Solo Danjuma sostiene al equipo. Siempre es amenaza, siempre aparece. Cuando no marca, asiste. Es el único que mantiene el nivel exigible. Si no fuera por él, el Valencia tendría aún menos puntos.

Plantilla desequilibrada y jugadores sin alma

La planificación deportiva es un despropósito. Se avisó: si Diakhaby o Tárrega caían lesionados, el equipo sufriría. Y así ha sido. Se cometió la imprudencia de sustituir a Mosquera por Copete, y la negligencia de confiar en Cömert como recambio.

Los laterales derechos siguen sin dar la talla; dos jugadores que entre los dos no hacen uno. Se renovaron futbolistas sin rendimiento y se gastaron más de 7 millones de euros en suplentes en lugar de reforzar con titulares. La sensación en el vestuario es que los jugadores ya no creen en Corberán. El mensaje no cala. El entrenador, que obró un milagro el curso pasado, se está quedando sin crédito. Pero no puede ser el único señalado.

Los futbolistas llevan años cómodos bajo el paraguas de Peter Lim y el escudo del técnico de turno. Ya basta. Son ellos los verdaderos responsables de este nuevo naufragio. La temporada 2025/26 pinta igual que las anteriores: mediocridad, apatía y sufrimiento. Octubre apenas ha comenzado y el valencianismo ya sabe lo que le espera: otro curso de tortura futbolística sin final a la vista.