En un mundo donde los millones vuelan como confeti en verano y el talento juvenil suele inflarse como un globo que explota antes del carnaval, el fichaje de Rayan Cherki por el Manchester City tiene algo de milagro y mucho de acierto
En un mercado donde se pagan 60 millones por laterales que apenas centran bien, el Manchester City está a punto de fichar a Rayan Cherki por unos 35-40 millones de euros. Una cantidad tan baja que parecería error de tipeo si no viniera acompañada del sello de Pep Guardiola. Es como encontrar un Renoir en un mercadillo de domingo. Mientras clubes de media Europa seguían mirándolo con recelo, el catalán movió ficha con la frialdad de quien ya lo vio todo excepto a un futbolista como Cherki.
A sus 21 años, el francés no solo tiene el talento de una estrella precoz, sino también la osadía. En la academia del Lyon hablaba de Balón de Oro mientras otros apenas se atrevían a pedir titularidad en la Sub-19. En la última Nations League, contra España, entró con el partido cuesta arriba y lo volvió llano a base de gol, asistencia y poesía. Lo que para otros es presión, para Cherki es escenario. Y él, siempre, quiere ser protagonista.

El talento callejero que no pidió permiso
Cherki juega como si el reglamento lo hubieran escrito en un parque de Lyon, no en la FIFA. Amaga, finta, gira y lo hace con una insolencia deliciosa, como si los rivales no fueran oponentes sino obstáculos transitorios. En una Europa domesticada por la táctica, él sigue desobedeciendo. En la Ligue 1 fue el más creativo; en la Europa League, se burló del mismísimo Manchester United con la ligereza de quien no sabe o no quiere saber que eso está mal visto en el fútbol moderno.
Desde los 16 años dejó claro que el talento no tenía edad ni permiso de adulto. Thierry Henry lo bautizó como el mejor driblador ambidiestro que ha entrenado, y eso no es cualquier piropo viniendo de quien inventó su propia manera de definir. Pero ese desparpajo tuvo su coste, le llamaron egoísta, indisciplinado, caótico. Solo que a veces, para crear belleza, hace falta primero ser un poco salvaje.
¿Arte o estructura? El dilema de Guardiola
El desafío ahora es convertir esa electricidad en energía útil para el sistema de Guardiola, sin apagar la luz. Porque Pep no compra improvisación, compra potencial con plano incluido. El técnico español ve en Cherki algo más que un regateador, un jugador capaz de entender el ajedrez táctico si se le enseña a jugar. Y el propio Cherki ya ha dado señales, aprendió a presionar, a pasar, incluso a callar. Casi una revolución interior.
¿Logrará el City canalizar su arte sin domesticar su alma? Esa es la pregunta. El sistema de Guardiola puede ser jaula o catapulta. Si encuentra el equilibrio, Cherki no solo brillará, volará. Porque, al fin y al cabo, sigue siendo ese niño que decía “Champions” cuando los demás aún aprendían a pronunciarla. Y ahora, podría tener al mejor arquitecto del fútbol moderno ayudándolo a construir su sueño.