Giráldez estudia modificar el sistema del Celta para jugar con Borja Iglesias y Ferran Jutglà

En Vallecas, Claudio Giráldez sorprendió al alinear juntos a Borja Iglesias y Ferran Jutglà, una modificación táctica destinada a aportar más profundidad y dinamismo al ataque del Celta frente a las circunstancias del partido

En Vallecas, estadio donde las certezas suelen volar con la misma facilidad que un balón mal despejado, Claudio Giráldez decidió jugar a ser alquimista. Pero en lugar de resignarse a la ortodoxia del 4-3-3 de manual, juntó sobre el césped a Borja Iglesias y Ferran Jutglà, una pareja que, sobre el papel, parecía más un experimento de laboratorio que una fórmula ganadora. El “Panda” se aferró al centro del ataque, firme como estatua de granito, mientras Jutglà buscó aire en la banda izquierda, desplegando una movilidad que recordaba más a un cometa errante que a un delantero clásico.

El resultado no fue una revolución, pero sí una revelación, dos piezas aparentemente incompatibles podían, con cierta dosis de fe, encajar en el mismo puzzle. Ironía pura del fútbol, cuando parecía que las lesiones condenaban al Celta a replegarse, la improvisación convirtió la debilidad en un arma de doble filo. El plan de Giráldez no era tanto ganar el partido, sino ganar tiempo, espacio y opciones. Y en ese breve lapso, el Celta descubrió un paisaje nuevo.

La explicación del técnico

Tras el pitido final, Giráldez explicó con voz serena lo que en realidad había sido un acto de improvisación creativa. “Ferran nos ofrece una variante por fuera, Borja estaba enchufado y la lesión atrás nos obligó a ajustar”, resumió. Traducido del idioma técnico al lenguaje terrenal, hizo lo que pudo con lo que tenía. Esa es la belleza cruel del banquillo, entre la pizarra y la realidad se abre un abismo tan profundo como el que separa la épica del fútbol del tedio de los lunes.

Y sin embargo, lo interesante no fue la excusa sino el subtexto. Lo que Giráldez demostró no es solo que sabe improvisar, sino que tiene algo más valioso, la osadía de romper su propio guion. Mientras otros entrenadores se aferran a su esquema como náufragos a una tabla, él parece dispuesto a arriesgar, incluso si el resultado es un empate agridulce. Ese gesto habla más del Celta que cualquier dato estadístico.

Celta de Vigo
Borja Iglesias y Ferran Jutglà coincidieron en el ataque, una combinación poco habitual

Adaptación táctica y posibles horizontes

En el terreno de juego, Jutglà dejó una pincelada que rozó la genialidad, un control orientado que desarmó a Pathé Ciss, un regate elegante, y un disparo que solo encontró la firmeza de Batalla, guardián circunstancial de la portería rival. Borja, mientras tanto, se convirtió en metrónomo y ariete, reteniendo balones, generando espacios, recordando a todos que su experiencia no pesa como plomo, sino que sostiene como columna. Dos estilos, dos tempos, una misma sinfonía improvisada.

El futuro, claro, no está escrito. Quizá esta pareja no pase de ser un capricho táctico de una noche en Vallecas. O quizá estemos ante la semilla de un sistema menos rígido, donde el Celta se permita ser camaleón y sorprender a quien lo dé por previsible. Lo cierto es que Giráldez abrió una puerta que, aunque no garantice victorias inmediatas, sí ofrece lo que todo aficionado ansía, la promesa de que algo distinto puede suceder en el próximo partido. Y en un fútbol cada vez más repetitivo, esa posibilidad ya es un triunfo en sí misma.