Bil Nsongo, joven delantero camerunés del Fabril, continúa su ascenso en el Dépor y empieza a perfilarse como una opción para el primer equipo, tras una pretemporada destacada y actuaciones que han despertado ilusión en cuerpo técnico y aficionados
En el fútbol, a veces, los destinos no se escriben en oficinas sino en estadios anónimos, con gradas medio vacías y un balón que apenas rebota en la hierba húmeda. Así comenzó la historia de Bil Nsongo (Yaoundé, Camerún, 2004) en Galicia, lejos de los focos, pero con la obstinación de quien sabe que cada minuto es una oportunidad para volverse imprescindible. Ni los apellidos rimbombantes ni las fichas millonarias lo acompañan, solo esa mezcla de fe y rebeldía que convierte a un delantero desconocido en promesa ineludible.
Llegó al Fabril con el reto de adaptarse al fútbol español, y lo hizo como lo hacen los buenos emigrantes del balón, con paciencia, errores y un gol redentor en Santander, frente al Rayo Cantabria, que lo presentó en sociedad. Ese tanto no solo rompió la red rival, también rompió la desconfianza inicial, encendiendo un camino que lo llevaría a sumar once titularidades y cuatro goles más. El filial cayó en playoff ante UCAM, sí, pero Nsongo ya había dejado claro que no vino a ser actor de reparto.
Primeros pasos y una pretemporada de confirmación
La vida del delantero es cruel, lo que importa no es la carrera, sino el último disparo. Y Bil entendió pronto que su supervivencia dependía de goles. En la pretemporada con el Deportivo, cuando muchos jóvenes se diluyen en el anonimato, él levantó la mano con una eficacia sorprendente. Gol ante el Compostela, zarpazos contra Sarriana y Montañeros, y presencia decisiva frente al Bergantiños. No se trataba de estadísticas, sino de algo más invisible, la sensación de que cada vez que entraba al área podía pasar algo.
La paradoja es evidente, mientras algunos delanteros consagrados vagan por el césped como figuras decorativas, Nsongo, con apenas 20 años, parecía más veterano que novato. Su versatilidad le permitió moverse por diferentes zonas del ataque, incomodando defensas que no sabían si perseguirlo o rezar para que fallara. En él se vislumbraba lo que tantos técnicos buscan sin éxito: un futbolista que aún no está formado del todo, pero cuya esencia velocidad, presión, instinto es imposible de ignorar.
Características, proyección y el reto del primer equipo
El arranque oficial de temporada confirmó lo que la pretemporada había insinuado. Frente al Burgos Promesas, Nsongo firmó un doblete que mezcló todas sus virtudes: desmarques oportunos, presión insistente y sangre fría en el remate. Aún tiene defectos una conducción que a veces se enreda, una excesiva cercanía al portero rival, pero los defectos de un delantero joven son como el acné: molestos, temporales y recordatorios de que todavía está creciendo.
¿Y el primer equipo? Ahí la historia se vuelve más compleja. Con Mulattieri, Eddahchouri y Stoichkov, el techo parece inalcanzable a corto plazo. Pero el fútbol es un escenario caprichoso, donde la gloria de hoy es la suplencia de mañana. Si Bil mantiene su instinto y su constancia, no sería descabellado imaginarlo derribando puertas y reclamando un sitio en Riazor. Al fin y al cabo, en el fútbol como en la vida, los que llaman con insistencia terminan entrando.