Diego Villares ha reafirmado su compromiso con el Deportivo de La Coruña, asegurando su continuidad más allá de 2027 y consolidándose como un pilar del equipo, mientras el club también gestiona contratos clave de otros jugadores veteranos
Ni Yeremay ni David Mella, la noticia que ha sacudido Riazor tiene nombre propio y apellidos claros. El Deportivo ha cerrado una renovación clave para la tranquilidad de Antonio Hidalgo, Diego Villares seguirá vistiendo de blanquiazul hasta 2027. En un fútbol donde los contratos suelen durar menos que un romance de verano, el mediocentro gallego ha decidido nadar contracorriente. Su compromiso llega acompañado de una frase tan sencilla como reveladora. “Con la relación que tenemos y lo a gusto que estoy aquí, por mi parte no habrá problema en otra ampliación”. Una declaración que suena más a pacto de caballeros que a fría operación contractual.
Mientras otros futbolistas miran de reojo ofertas exóticas o se dejan seducir por escaparates europeos, Villares se muestra tan inmóvil como un faro que desafía la tempestad. Su vínculo no se mide en cifras ni en rumores de mercado, sino en una lealtad que trasciende la firma sobre un papel. Ironías del destino, en un fútbol que cambia de camisetas con la misma ligereza con la que se estrenan peinados, Villares apuesta por la continuidad, casi una herejía en tiempos de volatilidad.
Contratos que cuentan historias
El contrato vigente hasta 2027 no es un hecho aislado, sino la tercera estación de un recorrido que revela mucho sobre el carácter del jugador. La primera renovación significativa llegó en mayo de 2022, tras activar cláusulas que lo ligaban hasta 2025. Lo curioso es que, en medio de aquel proceso, Villares decidió prescindir de sus agentes tras un malentendido. Un gesto que, en un ecosistema donde los intermediarios suelen ser indispensables, sonó a independencia casi quijotesca: él contra el engranaje de los despachos.
Un año y medio después, la ampliación hasta 2027 confirmó lo que ya se intuía, Villares no es un pasajero más en Riazor, sino uno de esos jugadores que se convierten en cimiento silencioso. No marca titulares estruendosos ni acumula portadas, pero su presencia constante recuerda a esas piedras antiguas que sostienen los arcos de las catedrales, invisibles para el turista apresurado, imprescindibles para que nada se derrumbe.
El Dépor y sus otras encrucijadas
Claro que la fidelidad de Villares no exime al Deportivo de mirar más allá. Cuatro contratos caducan en 2026, Cristian Herrera, hombre de rol secundario, y tres titulares con peso específico, Germán Parreño, Ximo Navarro y Sergio Escudero, todos ellos con la treintena ya cumplida. La ecuación es compleja, entre apostar por la experiencia o abrir paso a nuevas generaciones, la directiva se mueve con la cautela de un ajedrecista que calcula cada movimiento.
La reciente renovación por un año de Ximo Navarro lo ilustra bien, pragmatismo, continuidad y equilibrio. En este tablero, Villares aparece como la excepción luminosa, el jugador que no plantea dudas ni plazos, sino una relación casi indefinida con Riazor. El futuro, entonces, parece escrito con tinta invisible pero duradera, mientras el club lo quiera y él lo sienta suyo, la historia entre ambos seguirá latiendo, como un viejo himno que no se desgasta con el tiempo.