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Vecinos sevillistas contra el nuevo estadio del Betis

Residentes vs. estadio: cuando el fútbol choca con el urbanismo de a pie

En Heliópolis, la pasión no se discute. Se canta, se hereda, se vive. Pero no siempre se aplaude. Y mucho menos cuando la pasión verdiblanca amenaza con extenderse más allá del césped y colonizar hasta el último metro cuadrado de un barrio ya de por sí saturado. El nuevo Benito Villamarín aún no ha echado ni el primer ladrillo… y ya ha cimentado una buena brecha entre el Real Betis Balompié y sus vecinos.

Esta vez, no es un asunto de fichajes, ni de VAR, ni de rachas goleadoras. Es una cuestión de urbanismo, de convivencia y, sobre todo, de sentir que tu casa literalmente se encoge para que otros celebren. Nueve asociaciones vecinales, cansadas de ser público de relleno en esta gran obra municipal, han llevado su protesta ante el Defensor del Pueblo. Y Ángel Gabilondo ha dicho: “pasen y hablen”.

El estadio que aprieta (más de lo que anima)

El proyecto, dicen desde el club, es una maravilla arquitectónica. No aumenta el aforo ¡faltaría más! y mejora la seguridad. Cumple todos los reglamentos y promete un estadio “de futuro”. Lo que no menciona el argumentario es que ese futuro parece diseñado sin mirar por la ventana: calles estrechas, espacios verdes sacrificados y un bloque de 32.000 m² previsto justo donde los vecinos pasean o respiran (a veces ambas cosas a la vez).

Pero el problema no es solo el cemento. Es el silencio. Los vecinos llevan meses, incluso años, llamando a la puerta del Ayuntamiento, del Ministerio de Deportes, de la Subdelegación del Gobierno… sin respuesta. Como quien lanza un córner sin delanteros. Solo una institución respondió, aunque más por cortesía que por compromiso.

Saint-Denis queda lejos… pero las normas no tanto

Uno de los argumentos que más escuece es el que apunta a la falta de un perímetro de evacuación adecuado. El Consejo de Europa ese organismo que no solo sirve para emitir informes que nadie lee lo deja claro en su Convenio de Saint-Denis: los estadios deben tener un entorno despejado para permitir evacuaciones seguras. En el caso del Villamarín, la dispersión parece una utopía. O una maratón urbana.

Los vecinos se preguntan: si algo ocurre que ojalá no, ¿por dónde se va a evacuar a 60.000 personas? ¿Por las mismas calles que colapsan cada jornada con autobuses, motos, coches y cánticos? La respuesta institucional es ambigua, pero contundente: “El proyecto cumple la legalidad”. Lo cual, como sabemos, no siempre significa que cumpla el sentido común.

Nuevo Villamarin

Fútbol, ladrillo y silencio administrativo

Desde el club verdiblanco se acusa a las asociaciones vecinales de “intoxicar” el debate. De generar alarma sin base. De ser, en definitiva, unos aguafiestas urbanísticos que no entienden la importancia del fútbol para la ciudad. Pero no parece que los vecinos estén en contra del Betis. Están en contra de que el Betis, con la complicidad del poder político, decida por ellos.

La queja no es solo por los planos del nuevo estadio. Es por la ciudad que se está dibujando sin preguntar. Una ciudad donde los intereses del espectáculo pesan más que las necesidades del vecindario. Donde el hormigón sustituye al diálogo. Y donde la épica deportiva sirve, a veces, como cortina de humo para la especulación con aroma verdiblanco.

Heliópolis no quiere ser graderío

La batalla que se libra en Heliópolis no es solo por el espacio. Es por la dignidad. Por no ser decorado de postal en un proyecto que promete “modernidad” a costa de apretar aún más una zona colapsada. Los vecinos no quieren parar el fútbol. Solo quieren que el fútbol no les pase por encima.

Porque una ciudad que solo escucha a quien tiene más masa social, más votos o más presupuesto, no es una ciudad. Es un estadio con calles.

Y eso, por muy bonito que quede en la maqueta, no se puede celebrar.

EGD Betis