El croata sigue sin noticias del Real Madrid y está dispuesto a bajarse el sueldo para seguir… pero el tiempo se agota
Hay silencios que duelen más que las despedidas. Y Luka Modric, a sus 38 años y con más de una década de fidelidad al escudo del Real Madrid, lleva semanas escuchando uno de esos silencios. El tiempo pasa, la temporada se apaga, y desde las oficinas de Valdebebas todavía no ha llegado una respuesta clara. No hay carta de despedida, pero tampoco propuesta de renovación. Solo una espera prudente… y algo solitaria.
Modric, ese genio que durante años marcó el ritmo del Madrid como un metrónomo de seda, ha dejado claro que quiere seguir. No por capricho, sino porque aún siente que puede aportar. Lo ha demostrado esta temporada: 55 partidos, 4 goles, 8 asistencias. No es el de 2018, cierto, pero sigue siendo ese tipo que ve el fútbol una fracción de segundo antes que el resto. El problema es que el club, inmerso ya en un proceso de regeneración liderado por Xabi Alonso, duda si cabe una última función en la partitura blanca para el croata.
Modric, en la encrucijada
El dato es conocido, pero no por ello menos simbólico: Modric está dispuesto a rebajarse el salario para quedarse un año más. Un gesto de amor a la camiseta que no todos estarían dispuestos a hacer. En los próximos días, se reunirá con Florentino Pérez. La conversación podría definir su futuro inmediato y también su despedida. Porque si no sigue, su adiós será inevitable, pero al menos no será a oscuras.
Él no se ve todavía en un retiro dorado en Arabia o Estados Unidos, aunque sabe que ese horizonte se acerca. Su idea sería firmar un último año en el Bernabéu y luego buscar un destino más tranquilo, pero todavía competitivo. Y si algo ha dejado claro Luka Modric en estos meses, es que aún queda fútbol en esas botas encogidas, aún hay visión, temple y un amor por el juego que ya no se encuentra fácilmente en el fútbol moderno.

Un centro del campo por redefinir
El Madrid de la 24/25 ha sido muchas cosas, pero pocas veces un equipo con control. La medular, ese corazón que fue de Kroos y Modric, ha vivido en tierra de nadie durante muchos partidos. Camavinga ha aportado energía, Bellingham ha brillado más cerca del gol, pero la construcción lenta, pensada, con pausa y sentido, ha escaseado. Modric no ha podido asumir ese peso como antes, y tampoco otros compañeros han sabido hacerlo.
Por eso, el club ya trabaja en refuerzos. Dean Huijsen será el primer fichaje de la nueva era. Y tras él, probablemente lleguen otros: Alexander-Arnold, Carreras, Reijnders… La medular también está en la lista, y ahí suenan nombres como el propio Tijjani Reijnders del Milan, o el canterano Nico Paz, llamado a jugar más minutos. Y por supuesto, Arda Güler, que en este tramo final ha hecho más por su causa que muchos en meses.
Una decisión que va más allá del fútbol
Luka Modric no es solo un jugador. Es una bandera blanca ondeando desde 2012. Es la transición entre eras, el símbolo de que se puede ganar siendo elegante. Su despedida no debería ser una hoja sin firma, ni una nota al pie de página. A veces, la clase no está solo en el pase… también en el modo en que se cierra un ciclo.
La pelota está en el tejado del Madrid. Modric ya ha dicho lo que tenía que decir: quiere seguir, pero no se arrastrará. Y si debe irse, lo hará con la cabeza alta. Como lo hacen los grandes. Como lo hacen los que han vestido la camiseta blanca con amor y sin condiciones.