Real Sociedad y Girona se reencuentran en el Reale Arena en un duelo sin urgencias clasificatorias, pero cargado de cuentas pendientes. Con solo dos puntos de diferencia entre ambos
El fútbol tiene la curiosa manía de convertir lo anecdótico en trascendente. Este domingo, en el Reale Arena, se enfrentan Real Sociedad y Girona FC en un duelo que, para la clasificación, vale lo mismo que una sonrisa en un velorio, poco. Pero las cifras no siempre miden lo que arde. Ambos equipos comparten el mismo número de derrotas (17) y una zona media que ni ilusiona ni atormenta. Sin embargo, lo que está en juego es más íntimo, el orgullo herido, la memoria selectiva y la necesidad, muy humana, de cerrar cuentas.
En la primera vuelta, el Girona se llevó los tres puntos en Montilivi, y aquel recuerdo aún retumba en el vestuario de Imanol como un eco molesto. Aunque las estadísticas muestran un equilibrio enfermizo, los catalanes han sido más prolíficos de cara al gol, con diez tantos más, y una mayor insistencia ofensiva. Pero también encajan más. El duelo, entonces, se presenta como una guerra de espejos, cada equipo reflejando las virtudes y carencias del otro, como si compitieran no por puntos, sino por no parecerse demasiado al rival.
Juventud, talento y dos pizarras que no improvisan
La Real Sociedad llega con un once reconocible, casi escolar, donde el 4-2-3-1 es más que un esquema, es una declaración de principios. Remiro bajo palos, una zaga de obreros con clase y un centro del campo que equilibra músculo y técnica. Kubo y Oyarzabal aportan el matiz, la pincelada impredecible en una estructura disciplinada. El equipo de Imanol es como ese estudiante aplicado que no saca sobresalientes, pero nunca baja de notable.
El Girona, por su parte, responde con el mismo dibujo, pero otra personalidad. Si la Real es contención, el equipo de Míchel es intención. Con Gazzaniga al fondo del escenario y un mediocampo de maniobreros, los catalanes buscan más el desequilibrio que el orden. Tsygankov y Asprilla actúan como extremos con alma de poetas, a veces pierden el balón, pero nunca la belleza. Son dos equipos que se conocen y se respetan, como viejos rivales que saben dónde duele el otro, pero esta vez el daño viene de las ausencias.
Bajas, sanciones y la épica de un partido sin épica
Las estadísticas disciplinarias son casi una metáfora del estilo. La Real comete más faltas, ve más tarjetas, y juega con la intensidad de quien no se fía de nadie. Girona, en cambio, parece pedir perdón cada vez que interrumpe el juego. 484 faltas vs. 415. Cuatro rojas contra dos. No es violencia, es carácter, uno aguanta, el otro esquiva. Y en ese contraste se resume buena parte del alma de este duelo.
Pero ni el carácter se salva de las lesiones. Aihen Muñoz no estará, sancionado, y se suman Zakharyan, S. Becker y Nayef Aguerd a la enfermería txuri-urdin. En el Girona, Bryan Gil y Van De Beek lideran la lista de bajas ilustres. Entre algodones y suplentes con hambre, este partido intrascendente puede convertirse, paradójicamente, en un acto de resistencia. Porque cuando no hay títulos ni objetivos, el fútbol se vuelve más puro: once contra once jugando, simplemente, por no rendirse.
