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Zubimendi del Emirates a Anfield Road sin haber pisado ninguno

Cuando el balón no rueda, lo hace el dinero. Y también las especulaciones, que tienen menos control que un centrocampista sin brújula

Martin Zubimendi, el mediocentro cerebral de la Real Sociedad, lleva meses disputando el encuentro más desgastante de su carrera sin tocar un balón. No lo verás en la clasificación de pases completados ni en la de kilómetros recorridos. Su estadística más relevante últimamente es la de rumores acumulados. que si el Arsenal lo quiere, que si el Liverpool lo estudia, que si en San Sebastián ya duermen con un ojo abierto y el otro soñando con cláusulas de rescisión.

Mientras los tabloides británicos fabrican castillos de humo con la precisión de un arquitecto borracho, el jugador más sobrio de la Liga española se ha convertido, de manera deliciosamente irónica, en el protagonista involuntario de una novela de verano con más giros que una serie de Netflix. Un futbolista que prefiere el silencio al espectáculo, convertido en titular de portadas que nunca pidió protagonizar.

Martin Zubimendi
Zubimendi juega su otro partido

El arte de pensar despacio en un juego que corre demasiado

Zubimendi no hace caños con fuego artificial ni remata con piruetas aéreas. No enamora a TikTok. En cambio, observa, calcula, reparte. En un fútbol que celebra la aceleración como si fuera un videojuego sin pausa, él se mueve como un ajedrecista que se toma su tiempo antes de sacrificar un peón. No destaca por correr más, sino por llegar antes mentalmente a donde otros ni siquiera han mirado.

Por eso el Arsenal, con Mikel Arteta al mando, lo quería, porque en un equipo que aspira a jugar como piensa su entrenador, necesitas futbolistas que entiendan el juego como una sinfonía y no como un solo de guitarra. Pero claro, entre las intenciones nobles y los contratos firmados hay un océano y en Inglaterra ese océano se llama “comisiones”, “intermediarios” y “cláusulas de 60 millones sin descuentos”.

Un reloj suizo en un parque de atracciones

El Liverpool no solo lo observa, lo necesita. Aunque Klopp ya no esté, su herencia exige precisión y coherencia. Mac Allister y Szoboszlai ya están al volante, pero falta ese engranaje discreto que pone a todos en marcha sin buscar el protagonismo. Ahí entra Zubimendi, con su estilo más suizo que británico, más sobrio que espectacular. Un futbolista que no aparece en las fotos, pero sin el cual no hay nada que fotografiar.

Paradójicamente, lo que hace que Zubimendi parezca incompatible con la Premier su falta de estridencia, de tatuajes y de drama es lo que más falta hace en clubes como el Liverpool, alguien que no confunda intensidad con caos, ni espectáculo con eficacia. ¿Se irá o se quedará? Él no dice nada, y quizás esa sea su respuesta más elocuente. En una era de gritos, su silencio retumba más que cualquier entrevista planeada.

Brais Méndez