El nuevo técnico mueve fichas valiosas desde el primer día
El desembarco de Rubén Sellés en el banquillo del Real Zaragoza no fue una simple transición. En apenas horas, desmontó rutinas, cambió el sistema y redibujó un equipo que estaba roto por dentro. El técnico ha dejado una certeza: habrá ganadores y perdedores, y nadie tiene el puesto blindado.
De las urgencias a la cirugía: titulares inesperados y viejos fijos relegados
La etapa de Gabi Fernández terminó con ruido, dudas y un vestuario agotado. El interinato de Emilio Larraz fue emoción pura y un chute de zaragocismo frente a la Cultural Leonesa, pero el club necesitaba un plan a largo plazo. Y desde su debut en El Molinón, Sellés dejó huella: nuevo dibujo, nuevas jerarquías y jugadores rescatados del olvido.
Su apuesta más visible llegó en la portería: Adrián Rodríguez recuperó la titularidad tras ser sacrificado por Gabi. Ante el Sporting y el Deportivo, Sellés lo sostuvo sin titubeos, mientras Esteban Andrada quedó relegado a la Copa del Rey. En defensa, el técnico dio el mando a Insua y Radovanovic (hasta su lesión), situó a Tachi como pivote mensaje directo a los centrocampistas y desplazó a Guti a la mediapunta, donde repitió.
Luego están los beneficiados que pasan de invisibles a importantes. Martín Aguirregabiria, sin un solo minuto con Gabi y apenas 45 con Larraz, se ha convertido en indiscutible: titular ante Sporting y Deportivo, ofreciendo fiabilidad y presencia. Lo mismo con Valery: casi borrado por los técnicos anteriores, ahora suma titularidades consecutivas con buenas sensaciones. Soberón y Marcos Cuenca también han recibido confianza, aunque sin el impacto esperado.
Los damnificados: minutos que desaparecen y titulares que ahora ven el partido desde fuera
Mientras unos prosperan, otros caen. El mejor ejemplo es Sebas Moyano: antes titular fijo, en Gijón empezó en el banquillo y ante el Deportivo se quedó sin pisar el césped. Dani Gómez vive algo parecido: minutos residuales y sensaciones grises en un equipo donde la competencia ahora es real.
Sellés no se ha dado ni una semana para “observar”. Tomó decisiones desde el día uno. Su mensaje interno es simple: juega quien compite, no quien tiene nombre. Y eso explica la cara de sorpresa de medio vestuario.
Además, apareció un mensaje táctico que no puede ignorarse: la elección del 1-4-2-3-1. El Real Zaragoza venía de 4-4-2, probaturas aisladas y urgencias. Sellés quiere otro tipo de fútbol: líneas juntas, salida clara, mediapunta estructural y extremos que trabajen sin balón. En ese guion, Guti y Francho parecen fijos. Otros tendrán que remar para no quedarse atrás.

La lectura real: el vestuario se ordena, la grada vigila y el margen de error es mínimo
La situación es delicada. El equipo llega a noviembre con el año más convulso que se recuerda, tres entrenadores en doce jornadas y una crisis deportiva que dejó cicatrices. Por eso, cada movimiento de Sellés pesa el doble.
En el club ven con buenos ojos su valentía. No ha venido a parchear: ha venido a mandar. Si el plan funciona, habrá resurrecciones deportivas y una identidad reconocible. Si no, los cambios solo añadirán ruido. La respuesta está en el césped.
Entre tanto, hay certezas: Francho lo juega todo, Guti será cerebral en tres cuartos, Aguirregabiria se ha ganado continuidad y la portería vuelve a tener dueño. Y también hay heridas abiertas: hombres importantes caen en la rotación y eso, en un vestuario herido, siempre genera presión.
¿Qué viene ahora?
El Real Zaragoza necesita puntos, calma y un plan que dure. Sellés ya ha enseñado su hoja de ruta: meritocracia, orden y decisiones que no temen la polémica. Su proyecto apenas empieza, pero la primera semana dejó una señal inequívoca: se acabó la comodidad.
Las dos listas ya existen: la de los que suben y la de los que se hunden. Y solo el césped decidirá quién cambia de lado.




