El Sevilla FC afronta un cierre de mercado frenético con Antonio Cordón al mando, gestionando fichajes ilusionantes y salidas clave que marcarán el rumbo inmediato del equipo en Nervión
El Sevilla FC vive estos días como si estuviera atrapado en una tragedia clásica, un escenario donde cada decisión puede rozar la gloria o precipitarse al abismo. Antonio Cordón, recién llegado y ya con la corona de espinas del director deportivo, enfrenta la recta final del mercado con la sensación de que el reloj corre más rápido en Nervión que en cualquier otro lugar. Y no es una exageración, en este club, una hora de mercado equivale a un mes de telenovela turca, con giros, suspensos y promesas de futuro.
No se trata solo de fichar o vender jugadores, se trata de sostener un proyecto que ha vivido demasiadas veces entre el exceso de ilusión y la cruel resaca de la realidad. El mercado es, al mismo tiempo, un salvavidas y un ancla. Y Cordón, en medio de esa tormenta, juega a ser capitán, equilibrista y adivino. La afición, mientras tanto, observa con el fervor de quien sigue un duelo de boxeo, expectante, incrédula, y secretamente convencida de que el último golpe aún puede cambiarlo todo.
Los fichajes: la promesa de un Sevilla renovado
Los nombres que suenan en la agenda sevillista son tan dispares que parecen sacados de un experimento alquímico. Alexis Sánchez, con su currículo internacional y su aire de veterano guerrero, llegaría como ese fichaje que despierta titulares y nostalgias. Fabio Cardoso, sólido central portugués, aparece como una tabla de madera en medio de una defensa que más de una vez ha parecido un barco lleno de grietas. Y en el mediocampo, Sofyan Amrabat sería el martillo que nunca descansa, el músculo que equilibra la balanza en partidos donde la intensidad se mide como en un ring.
La guinda la pone Molebe, joven y con la frescura de quien todavía juega con la sonrisa de los que ven el fútbol como un patio de recreo. Una apuesta de futuro, sí, pero también de presente, porque el Sevilla necesita tanto renovación como inmediatez. Y por si fuera poco, la directiva no descarta una sorpresa final, esa jugada de póker de última hora que tanto seduce a los clubes españoles, aunque a menudo termine en “¿para qué?”.
Salidas: el precio inevitable del equilibrio
Pero si los fichajes son la promesa de aire fresco, las salidas son el recordatorio incómodo de que el vestuario no es un hotel de lujo con habitaciones infinitas. Lukebakio y Pedrosa encabezan la lista de sacrificados, dos nombres cuya marcha se considera prioritaria no tanto por falta de talento, sino por la cruda matemática del fútbol moderno, liberar espacio para que otros ocupen la escena. Detrás, los expedientes abiertos de Juanlu, Iheanacho y Álvaro Fernández se negocian con la frialdad de quien sabe que en este mercado los afectos pesan menos que los balances.
Cordón aplica la lógica de un contable y la astucia de un ajedrecista, desprenderse de piezas sin desarmar la estructura, ajustar salarios sin descoser la competitividad. Es un juego de equilibrios que a menudo suena a paradoja: para que entren héroes, otros deben salir por la puerta trasera. Y ahí radica el dilema eterno de este Sevilla, la esperanza de construir un equipo ambicioso sin dejar cadáveres sentimentales por el camino.