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Alex Baena al Atlético: radiografía del crack del Villarreal

Alex Baena no llega al Atlético como una promesa, sino como una pieza quirúrgica: joven, cerebral y con un don para ordenar el caos. Su fichaje no grita, pero sí habla claro

Hay jugadores que te ganan por talento, otros por entrega, y unos pocos rarísimos por la certeza de que entienden el fútbol mejor que tú. Alex Baena pertenece a esa categoría de seres que parecen jugar con visión cenital, como si observaran el campo desde una grúa. No solo ve el pase, lo acaricia con intención quirúrgica, rompe líneas, tensa centros y encuentra rendijas donde otros solo ven muros. Su pie derecho funciona como una navaja suiza, útil en corto, letal en largo, y con una precisión que haría sonrojar a un cirujano cardiovascular.

A sus 23 años y con un físico más cercano al de un poeta del medio campo que al de un tanque, Baena lleva años puliendo lo que mejor sabe hacer. crear. Y lo hace sin alardes, como quien cocina a fuego lento una obra maestra en un fogón viejo. Sus estadísticas no mienten 4º en precisión en faltas y corners en LaLiga, pero es en la lectura del ritmo donde reside su oro. Acelera o frena con una sensibilidad rítmica que recuerda más a un director de orquesta que a un mediapunta. Cuando el balón pasa por él, el juego encuentra orden. Y en un Atlético acostumbrado al caos, eso suena a revolución silenciosa.

Alex Baena
Alex Baena se perfila como el fichaje clave del Atlético para la 25/26

Virtudes que construyen promesas, defectos que moldean carácter

No hay relato de genio sin sombra. Baena también tiene grietas: a veces se desconecta, a veces muerde más de lo que puede masticar. Su agresividad, ese motor de su intensidad, puede convertirse en un boomerang emocional. Ha acumulado más amarillas que cumpleaños, y en ciertos duelos parece más un pugilista que un creador. Pero incluso en sus errores hay señales de madurez futura, aprende, corrige, se adapta. Simeone, que no tolera la anarquía ni en los gestos, podría cincelarlo hasta convertirlo en una joya táctica. Lo que en otro sería problema, en él es potencial contenido.

Su relación con el gol ha sido, hasta ahora, como esos amores que empiezan mal pero terminan bien enredada, frustrante, pero cada vez más certera. Cuando dejó de buscar la belleza y empezó a aceptar la eficacia, llegaron los goles. Su evolución desde un finalizador impulsivo hasta un definidor clínico le permite hoy sumar tantos desde dentro del área. No es un killer, ni falta que le hace, su misión no es rematar el relato, sino escribir los párrafos que llevan hasta el clímax. Por eso se parece tanto a Griezmann, tanto que da vértigo pensar que podría ser su sucesor más natural en el sistema rojiblanco.

Una promesa con memoria: el valor de lo que no se ve

Baena no solo juega; interpreta. Posicionado entre la inteligencia táctica y la plasticidad técnica, ha sido capaz de rendir como mediapunta, interior, extremo o incluso segundo pivote. Su bagaje con la sub-21 y en los Juegos Olímpicos no fue simple vitrina, sino laboratorio. Ahí aprendió a defender sin perder la cabeza, a presionar con lógica, a sobrevivir en el caos. Aun con lagunas defensivas, su disposición a correr, a corregir, a comprometerse, lo hace más valioso que muchos especialistas.

Queda por ver si su cuerpo resiste la exigencia del calendario atlético, si podrá rendir tres veces por semana sin vaciarse. Pero si algo ha demostrado Baena, es que su crecimiento es inversamente proporcional a la expectativa ajena, cuanto más se le exige, más se agranda. Quizás por eso lleva tiempo siendo el favorito silencioso de muchos. Porque en una época de estridencias, él es un susurro que rompe líneas. Y si Griezmann cede protagonismo, lo hará no por obligación, sino por convicción, hay herencias que solo pueden recibirse cuando el relevo tiene algo más que talento. Tiene alma.

EGD Villarreal