Ilia Topuria ha conquistado el cinturón ligero de UFC, pero su legitimidad como número uno ya es cuestionada por el clan Nurmagomedov
En el gran teatro del MMA, donde cada golpe es una narrativa y cada cinturón un testamento de poder, ha aparecido un nuevo guion, la rivalidad entre el clan Nurmagomedov y la nueva estrella hispano-georgiana, Ilia Topuria. Usman, primo de Khabib y actual campeón de PFL, ha puesto en tela de juicio la legitimidad del reinado ligero de Topuria, que apenas hace unos meses se coronó tras noquear a Charles Oliveira. Para el daguestaní, la ecuación es clara, una victoria brillante no convierte de inmediato a un guerrero en emperador.
La ironía es palpable. Un luchador con apellido Nurmagomedov, heredero de un linaje construido a base de disciplina férrea y victorias incontestables, desestima a quien acaba de destronar a uno de los grandes de UFC. Pero detrás de esa aparente condescendencia late otra verdad, el poder simbólico del clan aún no está dispuesto a ceder su hegemonía en el peso ligero. Islam Makhachev sigue siendo, según ellos, el punto de referencia, el sol alrededor del cual giran las demás estrellas de la división.
Entre cinturones vacantes y récords inquebrantables
El cambio de ciclo en UFC fue abrupto. La subida de Makhachev al peso wélter abrió un vacío en la categoría ligera, un vacío que Topuria llenó con su victoria espectacular en junio. Sin embargo, Usman no se impresiona, su propio registro es una muralla difícil de escalar. Diecinueve victorias consecutivas, catorce de ellas por finalización, y un repertorio de rivales que incluye campeones y excampeones. Frente a esa solidez, la irrupción de Topuria parece, en su narrativa, apenas un destello pasajero.
“Vamos, Ilia ¿cómo puede ser el número uno del mundo?”, espetó. La frase condensa la tensión entre lo nuevo y lo establecido, entre la figura ascendente que busca romper moldes y la tradición daguestaní que defiende su fortaleza como un castillo medieval frente al asedio. En esa dialéctica, no sólo se discute quién lleva el cinturón, sino quién encarna la verdadera legitimidad del poder en las 155 libras.
El presente en PFL y la fe en Dagestán
Mientras UFC vibra con la historia de Topuria, Usman libra su propia batalla en PFL. Su estilo presión constante y grappling abrasador le ha permitido edificar un nombre que, aunque aún no pisa la jaula de UFC, genera expectativa. Su próxima cita, el 19 de octubre contra Paul Hughes, es más que una revancha, es la oportunidad de reafirmar que el apellido Nurmagomedov no es solo un recuerdo glorioso, sino una presencia viva. Su confianza es absoluta; tanto, que ya se proclama el mejor ligero del planeta, aunque el veredicto aún esté lejos de ser definitivo.
Pero la fe de Usman no se deposita solo en sí mismo. Desde Dagestán, su mirada también se posa en Makhachev, quien debutará en peso wélter contra Jack Della Maddalena. Allí, la antítesis es brutal, un boxeador de manos rápidas frente a un maestro del control en el suelo. Usman lo resume sin titubeos, “Islam tiene todo”. Y con esa seguridad, la historia parece estar aún escribiéndose, entre las montañas del Cáucaso y los focos de la UFC, con un futuro que sigue tan abierto como implacable.