Islam Makhachev ha vuelto a poner en la mira a Ilia Topuria, y la UFC ya perfila lo que podría convertirse en la pelea del siglo. Con Dana White al frente y un escenario histórico en juego, el duelo promete marcar un antes y un después en la compañía
Islam Makhachev ha vuelto a pronunciar un nombre que resuena como eco en las paredes de la UFC, Ilia Topuria. Como si el daguestaní estuviera escribiendo un prólogo de su propia leyenda, deslizó que quiere al hispano-georgiano en el octágono. Y no es casualidad, en el negocio de las artes marciales mixtas, las matemáticas del espectáculo pesan tanto como los puños. Dana White lo sabe mejor que nadie; por eso, la idea de juntar al implacable campeón del Cáucaso con el explosivo “Matador” parece más una jugada de ajedrez que una simple ocurrencia.
Sin embargo, antes de que el tablero se complete, Makhachev debe atravesar un obstáculo con dientes afilados, Jack Della Maddalena. El australiano será su rival el 15 de noviembre en el Madison Square Garden, un templo donde los mitos se consagran y las caídas duelen el doble. Ganar allí lo situaría en el círculo selecto de quienes conquistaron dos divisiones, un honor reservado a pocos y un imán irresistible para los promotores que sueñan con ver colisionar dos estilos, dos mundos, dos orgullos.
El camino pasa por Jack Della Maddalena
El reto contra Della Maddalena no es un trámite ni un preámbulo decorativo; es la cuerda floja sobre la que camina Makhachev. De superarlo, se abriría la puerta a una narrativa seductora, el hombre que desafía no solo a los rivales, sino también a los límites del cuerpo. Porque, seamos claros, la ambición de reinar en dos categorías no es solo deportiva, es un gesto de dominio absoluto, casi imperial, en un deporte que devora campeones con la misma rapidez con la que los eleva.
Pero el peso, esa balanza traicionera que ha arruinado más carreras que cualquier nocaut, sigue siendo un interrogante. Makhachev lo admite con cierta ironía, bajar a 155 libras nunca fue un paseo por el parque, más bien un viaje al infierno con escala en el sauna. De ahí su confesión de que quizá lo suyo sea quedarse en las 170, donde la fuerza bruta se mezcla con la resistencia y donde la vida del campeón se convierte en una pelea diaria contra la propia báscula.
Topuria: en busca de una hazaña histórica
Mientras tanto, Ilia Topuria observa la escena con el hambre de quien quiere reescribir las reglas. Su ambición no se conforma con un cinturón ni con dos, aspira a convertirse en triple campeón, un logro que haría tambalear las crónicas de la UFC como un terremoto en terreno virgen. Si Makhachev busca la eternidad por acumulación de victorias, Topuria quiere alcanzarla por audacia. Dos rutas diferentes hacia un mismo destino, la posteridad.
La magnitud del eventual combate es tal que hasta la geografía parece pequeña. Dana White ya imagina 2026 con un duelo digno de titulares universales, nada menos que en la Casa Blanca, un escenario donde la política cedería el protagonismo a los guantes de cuatro onzas. Una paradoja deliciosa, el arte brutal de la jaula convertido en ceremonia diplomática. Y entre tanto, la pregunta que late es simple y brutal, ¿qué pesa más, la fuerza del daguestaní o el sueño histórico del hispano-georgiano?