La negativa de Islam Makhachev a liberar el cinturón del peso Ligero ha obligado a la organización a contemplar alternativas. Entre ellas, un posible duelo entre Magomed Ankalaev y Alex Pereira empieza a tomar fuerza como plan B
Hay algo casi trágico, casi griego en la situación de Ilia Topuria. Un guerrero invicto, ungido por su nación, aclamado incluso por los políticos, pero atrapado en la jaula más frustrante de todas, la burocracia del poder. Mientras el calendario avanza hacia el 28 de junio con la puntualidad de un verdugo, el combate soñado contra Charles Oliveira se tambalea como un boxeador grogui. El enemigo no es un rival visible, sino una ausencia, la de un Islam Makhachev que no quiere irse, ni quiere quedarse.
Makhachev, rey sin prisa y con corona apretada, juega a la ambigüedad. Ha coqueteado públicamente con subir al peso Wélter, pero sigue abrazado al cinturón Ligero como quien no quiere a su pareja pero tampoco soporta verla con otro. ¿Estrategia o simple cobardía revestida de cálculo? Topuria, desde su campo de entrenamiento, entre sudor y esperanza, lanza dardos con la diplomacia justa. En Madrid lo reconocen como un héroe. Pero en Las Vegas, todavía no le dan reino.

El trono de los indecisos: cuando el cinturón vale más que el coraje
La UFC, esa empresa que mezcla circo, sangre y negocios con la frialdad de un banquero y la teatralidad de un gladiador, tiene ahora un dilema shakespeariano. ¿Mantener su promesa al fenómeno español o sacrificar el relato por la viabilidad logística? Makhachev, con su cinturón estático, se ha convertido en una puerta cerrada, un nudo en la narrativa. “No ha tenido el mismo valor que yo”, dice Topuria. Y la frase duele porque no parece arrogancia, sino decepción.
Mientras tanto, Oliveira espera y calla, como esos duelistas que aguardan bajo la lluvia por si alguien se atreve a salir de casa. Pero nada se mueve, salvo la impaciencia. Lo que parecía un cuento ascendente, el español que conquista América con puños corre el riesgo de convertirse en una sátira burocrática, donde el cinturón se convierte en un objeto decorativo y no en una recompensa al mérito. La historia del UFC 317, por ahora, se escribe con tinta invisible.
Ankalaev y Pereira: el plan B con sabor a plan A
Pero donde unos dudan, otros golpean. Magomed Ankalaev, ese ruso imperturbable que parece forjado en Siberia y criado en un monasterio de hielo, ha tomado la iniciativa. Retó a Alex Pereira para encabezar la velada en la International Fight Week, como quien no espera a que lo inviten a la fiesta y decide organizar la suya. Y lo hizo con una frase tan breve como lapidaria: “Estoy listo para todos”. La simpleza, a veces, asusta más que la amenaza.
Si Makhachev no suelta y Oliveira no entra, Ankalaev vs Pereira suena como la opción más sólida. No porque sea el combate más esperado, sino porque es el más posible. Dricus du Plessis ha sido descartado, y la UFC esa fábrica de narrativas violentas necesita una historia que funcione. Pereira ya cayó ante Ankalaev hace poco, pero el morbo de la revancha tiene más valor comercial que cualquier hoja de rankings. Así, mientras el trono Ligero sigue congelado, el Semipesado se calienta. Ironías del octágono: los suplentes, a veces, protagonizan los mejores actos.