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Estimulante carrera en Canadá para el futuro de Alonso en Aston Martin

Fernando Alonso llega al Gran Premio de Canadá atrapado entre la euforia de un pequeño resurgir y la frialdad de una estrategia que mira más al futuro que al asfalto inmediato

Montreal esperaba a Fernando Alonso con los brazos entreabiertos. Tras una primavera en la sombra, el piloto asturiano había logrado arañar algo más que puntos en Montmeló, había recuperado el gesto. No la sonrisa, que es recurso escaso en la Fórmula 1 moderna, pero sí la sensación de que su Aston Martin podía, por fin, dejar de parecer un coche disfrazado de monoplaza. Sin embargo, justo cuando el viento parecía girar a favor, el equipo decidió apagar el motor del entusiasmo.

Porque, irónicamente, fue en su momento más prometedor cuando Aston Martin decidió no introducir ni una sola mejora en el coche. Una paradoja digna de manual, a más potencial, menos inversión. Todo para un plan mayor, más frío que el asfalto de la recta del Casino, esperar a que el reglamento los premie por su mediocridad momentánea. A veces, en la Fórmula 1, rendir peor es parte de la estrategia. Como si en una maratón alguien decidiera caminar para luego correr más tiempo que los demás.

Aston Martin
Tras semanas de esfuerzo, el coche parecía empezar a responder en Montmeló, pero todo indica que la prioridad ya no está en el presente inmediato

Canadá, trampolín o sala de espera

El circuito Gilles Villeneuve no perdona la ineficiencia. Sus curvas cerradas y sus zonas de tracción demandan precisión quirúrgica y respuestas inmediatas. Alonso, maestro en adaptarse a lo imposible, llega con las manos atadas por la escudería. No habrá nuevas piezas. No habrá ese empujón que todo piloto necesita cuando empieza a ver la luz al final del túnel. Aunque, en este caso, el túnel está en Silverstone y no ilumina el presente, sino el año que viene.

La razón de esta espera es casi kafkiana, ser malos ahora para que la FIA los recompense con más horas de túnel de viento después. Cuanto peor clasifiques, más tiempo puedes desarrollar. Así funciona el reparto de la esperanza en la F1. El problema es que los puntos no se ganan en simulaciones. Se ganan en domingos como este. Y mientras Alonso mira al semáforo en Montreal, los ingenieros ya están calibrando el calendario de 2025.

El talento congelado en boxes

Fernando Alonso no es nuevo en esto de remar contracorriente, pero pocas veces lo ha hecho con tanta claridad institucional. Barcelona fue una bocanada de aire, un aviso al mundo y quizás al propio garaje de que aún hay fuego bajo ese casco. “Ya no somos últimos destacados”, dijo con una mezcla de alivio y advertencia. Pero su discurso quedó suspendido en el aire, como esas declaraciones que uno lanza sabiendo que nadie arriba quiere escucharlas.

Para colmo, la incertidumbre crece como hiedra en su box. Stroll sigue sin confirmación oficial y el asiento de al lado se ha convertido en un fantasma con volante. Así, el GP de Canadá se convierte en una carrera de paso con sabor a encrucijada. No decidirá campeonatos, pero puede marcar rumbos. Alonso corre entre muros, sí, pero también entre dudas. Y en este deporte, tan veloz como voluble, pocas cosas pesan más que un futuro sin piezas nuevas.

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