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Fernando Alonso ignora a Stroll: Señala a Aston Martin quién debe ser su compañero en 2026

Fernando Alonso ideó una estrategia en Monza apoyándose en Gabriel Bortoleto para compensar su menor velocidad punta, pero un fallo en la suspensión frustró su objetivo de puntuar

Hasta que la suspensión del Aston Martin dijo basta, Fernando Alonso parecía un ajedrecista en pleno dominio del tablero. La estrategia en Monza tenía tintes de manual, suplir la falta de velocidad punta con la astucia de un veterano que sabe que, en ocasiones, el viento puede ser más aliado que los caballos del motor. Alonso se apoyó en Gabriel Bortoleto, un brasileño joven y rápido, con el que pactó un intercambio silencioso de favores, tú me das rebufo, yo te doy experiencia. Nada que no se haya visto en las carreras, pero todo con el sello del asturiano, capaz de transformar un déficit técnico en una coreografía milimétrica.

La paradoja estaba servida, un bicampeón mundial dependiendo de un novato para resistir en la zona de puntos. Ironía cruel del destino, el hombre que domó a Schumacher y a Hamilton tenía que agarrarse al alerón de un Sauber para sobrevivir en Monza. Sin embargo, en esa aparente humillación había grandeza. Como un general que ordena la retirada no por cobardía, sino para salvar a sus tropas, Alonso asumió que la prioridad no era atacar, sino resistir. Y mientras el plan se ejecutaba con precisión, la mecánica decidió ejercer de juez implacable.

Una alianza insólita en la pista

Lo curioso es que todo iba según lo acordado. Bortoleto, que lleva el sello de la A14 Management empresa en la que Alonso tiene parte, cumplió con su rol a la perfección. No se trataba de adelantar, sino de ofrecer velocidad cuando el Aston Martin no la tenía. Un pacto tácito, una conversación breve pero reveladora, “Solo necesito tu rebufo, no voy a pasarte”. Ese fue el mensaje del asturiano, casi paternal, a un piloto que aún aprende a leer las sutilezas del paddock. La relación parecía un ensayo de futuro, una extraña mezcla de maestro y aprendiz en plena batalla.

Pero las carreras, como la vida, rara vez obedecen a los guiones. Un pit stop erróneo del Sauber cambió las posiciones, y Alonso salió por delante. El espejismo duró poco: la suspensión de su monoplaza se rompió, entregando el octavo puesto a su joven aliado. Lo que pudo ser una lección de control se convirtió en un recordatorio brutal de que incluso los planes más inteligentes pueden desmoronarse como un castillo de naipes cuando la mecánica se niega a colaborar.

Fernando Alonso
El piloto de Aston Martin se apoyó en Gabriel Bortoleto y su Sauber para compensar la menor velocidad punta

Entre la frustración y el aprendizaje

Para Bortoleto, el resultado fue un regalo inesperado. Ocho puntos y la sensación de haber compartido pista con uno de los pilotos más astutos de la historia. “Es genial pelear con él”, dijo tras la carrera, todavía con la emoción de quien ha sobrevivido a un examen adelantado. Y en sus palabras había tanto respeto como sorpresa, Alonso aceleraba con todo, se deslizaba, lo exprimía todo hasta quebrar la máquina. El joven brasileño entendió en carne propia que la frontera entre la genialidad y la catástrofe es, en Fórmula 1, más delgada que una línea blanca en el asfalto.

Mientras tanto, en Aston Martin se apresuraban a aclarar que no había señales previas del fallo. Mike Krack pedía prudencia, casi como un fiscal que intenta evitar juicios apresurados. “Es fácil señalar al piloto, pero hay que atenerse a los hechos”. El problema, claro, es que los hechos hablan solos, Alonso sigue siendo capaz de trazar planes brillantes, pero el coche no siempre los acompaña. Y en esa contradicción late la pregunta incómoda, ¿qué futuro tiene un genio táctico cuando su maquinaria insiste en fallarle?