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Habla el mecánico de Stroll: gritos y daños en el box de Aston Martin

Lance Stroll vivió en Montmeló uno de esos fines de semana que no se olvidan, por las razones equivocadas. Sin correr el domingo y eliminado el sábado, el piloto canadiense desató su furia en el box de Aston Martin

Dicen que en la Fórmula 1 los segundos se cuentan como siglos y los errores, como traiciones. En ese teatro de precisión y egos blindados, Lance Stroll protagonizó un acto más cercano al drama que al deporte. Fuera de la Q2 en Barcelona, con el cuerpo resentido por viejas lesiones y el orgullo sacudido por resultados mediocres, el canadiense se despidió del sábado como un volcán mal contenido, gritos, golpes, insultos y una nube de tensión que se coló por las rendijas del box de Aston Martin. No corrió el domingo. Pero su rabia sí lo hizo, desbocada, como si quisiera adelantar posiciones a fuerza de puñetazos.

¿Fue un arrebato legítimo de frustración o una sobreactuación digna de tabloide? Según algunos reportes, el estallido emocional fue tan sonoro como el monoplaza que nunca llegó a pilotar ese día. Técnicos señalados, equipamiento dañado, pasillos más fríos que la curva 5 en invierno. El gesto no fue solo de dolor físico, sino de hartazgo acumulado. Y en la Fórmula 1, donde los pilotos son tratados como joyas de precisión y también como activos financieros, la línea entre la pasión y el capricho es tan fina como el alerón trasero de un AMR25.

Lance Stroll
El canadiense ha sido eliminado en Q1 o Q2 en ocho de las nueve citas disputadas en 2025

Entre sombras verdes: temporada cuesta arriba para el hijo del dueño

Lo de Stroll en 2025 parece más una larga cuesta de grava que una pista de asfalto. Con solo una aparición en Q3 y una constelación de sábados decepcionantes, su palmarés reciente se asemeja a un motor gripado, ruido, humo, y pocos kilómetros reales. En Barcelona, volvió a quedarse corto. Mientras Alonso, siempre quirúrgico, salvaba el honor de Aston Martin con una modesta décima posición, el canadiense se hundía en un P14 tan silencioso como el eco que dejó su frustración después.

La antítesis no podría ser más cruel, uno eleva al equipo con veteranía estoica; el otro lo arrastra a los titulares por berrinches. Pero justo cuando parecía que las grietas internas se abrían sin remedio, una voz inesperada ofreció una perspectiva alternativa. Porque en la alta competencia, la verdad no siempre se grita, a veces se susurra desde un perfil de Instagram.

El mecánico habla: lealtad, matices y reputación en juego

Harry Rush, jefe mecánico de Stroll, no esperó a los comunicados oficiales ni a la prensa corporativa. Desde su rincón digital, publicó lo que muchos interpretaron como un escudo improvisado. “¿Que le gritó a los miembros del equipo? Eso no es verdad en absoluto”. Así, con la franqueza de quien ha pasado más tiempo bajo un coche que frente a un micrófono, el técnico desmintió el relato sensacionalista y ofreció un matiz esencial, sí, hubo rabia; no, no hubo traición interna.

Y es que Rush no solo defendió a su piloto, defendió la idea de que un mal momento no define una carrera. A los 26 años, Stroll sigue atrapado entre dos roles imposibles, el de joven promesa que nunca despegó del todo y el de hijo del dueño con licencia para fallar. Pero si en la Fórmula 1 la confianza es un combustible tan escaso como el agarre en mojado, contar con el respaldo de quien enrosca cada tornillo puede ser más valioso que cualquier podio. Lo difícil será traducir ese apoyo en resultados y contener el próximo estallido.

Adrian Newey