Una batalla de milésimas, un rebufo calculado y el viejo templo de Monza convertido en escenario de un duelo eléctrico
El Gran Premio de Italia 2025 no necesitaba artificios para prometer emoción: Monza, con sus rectas interminables y su historia centenaria, lo hace todo. Pero Max Verstappen decidió añadir dramatismo a la ecuación, firmando una pole position con apenas 0.077 segundos de ventaja sobre Lando Norris. La diferencia entre la gloria y la frustración, entre la sonrisa contenida de Red Bull y el gesto torcido de McLaren, se escribió en menos de un parpadeo.
El neerlandés lo logró a su manera: vuelta perfecta en Q3, rebufo medido de Tsunoda y un cierre que olía a sentencia. Norris, con más épica que precisión, había levantado la grada con un giro final a lomos de neumáticos usados, tras salvar un bloqueo en la primera chicane. Parecía que la pole sería naranja, pero Verstappen no entiende de concesiones.
McLaren acaricia el golpe maestro, Ferrari se estrella en casa
El equipo de Woking estuvo cerca de firmar una de esas gestas que se cuentan con nostalgia: Norris desde la 11ª posición hasta la primera fila, y Piastri confirmando la fortaleza del coche con un tercer puesto sólido. Pero Monza es cruel con quienes sueñan demasiado pronto. El rugido final de Verstappen devolvió las cosas al guion habitual: el campeón delante, los demás persiguiendo.
Ferrari, por su parte, volvió a encarnar la tragedia doméstica. Monza les ofrecía la tribuna teñida de rojo, pero ni Leclerc ni Hamilton (penalizado hasta caer a la décima posición) pudieron regalar a la Tifosería la pole soñada. El consuelo se llama Russell (quinto) y Antonelli (sexto), dos Mercedes que parecen cada vez menos convidados de piedra.
Mientras tanto, la nota exótica la puso Gabriel Bortoleto, séptimo con su Sauber, confirmando que la cantera brasileña sigue empeñada en escribir páginas nuevas en la Fórmula 1. Justo detrás, un Alonso octavo que, a sus 44 años, aún se permite el lujo de pelear en el top ten.
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La otra cara de la clasificación: sanciones, errores y promesas que tropiezan
No todo fueron luces brillantes en la “Catedral de la Velocidad”. El francés Isack Hadjar, sensación en Zandvoort, se hundió en Q1 junto a Lawson, en una tarde negra para Racing Bulls. La frustración fue tan evidente que el propio Hadjar culpó a Carlos Sainz (Williams) de arruinarle la vuelta. Un reflejo de cómo, en Fórmula 1, el talento se mide tanto en cronómetros como en nervios templados.
El caos también alcanzó a la zona media: Bearman, Hülkenberg, Albon y Ocon siguen en ese limbo en el que todo parece posible… menos soñar con podios.
La parrilla queda así: Verstappen al frente, McLaren respirando en su nuca, Ferrari rezando en la retaguardia y Mercedes afilando dientes. Monza promete, como siempre, un domingo en el que cada curva puede ser sentencia y cada rebufo, una declaración de guerra. Porque en este circuito, más que correr, se sobrevive.