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Marc Márquez acaricia el título tras un regalo inesperado de su hermano Álex

Cuando una caída familiar abre la puerta al Mundial y la rivalidad se convierte en paradoja fraterna sobre el asfalto

El Gran Premio de Cataluña ofreció una de esas escenas que parecen escritas por un guionista con humor negro: Álex Márquez, el hermano pequeño, volaba hacia una victoria impecable, la más redonda de su temporada, cuando la física esa vieja tirana del motociclismo le hizo perder la trazada a cuatro vueltas del final. Y en ese mismo instante, como si el destino llevara apellido, el triunfo cayó en el regazo de Marc, el mayor de la saga, que ahora ya no acaricia el Mundial: lo tiene, prácticamente, en su bolsillo de cuero.

La situación es brutal: el podio que debía ser el canto de Álex se transformó en la alfombra roja hacia la consagración de Marc. Ducati sonríe, Misano asoma en el calendario, y la sensación es que la cuenta atrás hacia la proclamación está en marcha.

La caída que cambió el guion: de héroe a espectador en cuestión de segundos

Hasta la vuelta fatídica, Álex Márquez era pura electricidad. Salida fulgurante, ritmo incontestable y una moto Gresini que parecía levitar sobre el asfalto catalán. Cada curva era una declaración: el pequeño de los Márquez estaba dispuesto a eclipsar por un día al hermano mayor.

Pero en MotoGP las glorias duran lo que tarda una rueda en deslizarse fuera de la trazada. Un error, un asfalto traicionero o quizá la presión invisible del apellido, y todo se fue al suelo. Álex, de líder absoluto, pasó a espectador desolado. Y Marc, que olfatea como nadie las oportunidades, no dudó en recoger el cetro caído.

El resultado es demoledor: victoria para Marc, caída para Álex y un campeonato que ahora parece tener un único dueño. Quartararo y Di Giannantonio, relegados al papel de figurantes, completaron el podio como actores secundarios en una trama que tenía apellido propio.

Álex Márquez,
Alex cayó a pocas vueltas del final

Misano, escenario probable de la coronación anticipada

Con la victoria al sprint en Cataluña, la ventaja de Marc Márquez es ya un muro infranqueable. La estadística no miente: podría proclamarse campeón del mundo en Misano, a falta de varias citas para cerrar la temporada. Una hazaña que lo devolvería al centro del universo MotoGP, esta vez vestido de rojo Ducati y con la sensación de que ha domado tanto a sus rivales como a sus propios fantasmas.

La paradoja es evidente: el Mundial puede decidirse gracias a la caída de quien comparte apellido, sangre y recuerdos de infancia. El destino ha sido cruel con Álex y generoso con Marc, como si la historia del motociclismo necesitara recordarnos que, incluso en la familia, no hay pactos sobre el asfalto.

¿Es injusto? Quizá. ¿Es épico? Sin duda. Porque en el circo de MotoGP, donde el riesgo convive con la gloria, no hay guiones previsibles. Y hoy, más que nunca, el apellido Márquez es sinónimo de Mundial.