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Marc Márquez no tiene miedo a correr en Silverstone

Marc Márquez llega al Gran Premio de Gran Bretaña 2025 como alguien que vuelve a mirar a los ojos a un viejo enemigo

Marc Márquez aterriza en Silverstone como quien vuelve al escenario de una vieja traición, pero sin rencores. A diferencia de otros corredores que arrugan el ceño ante el clima inglés y sus trampas asfaltadas, el de Cervera sonríe con la seriedad de quien ya ha bailado con la adversidad y ha aprendido el ritmo. Desde su única victoria en 2014, este circuito le ha ofrecido más decepciones que trofeos, como un amante esquivo que promete pero no cumple.

Y sin embargo, ahí va de nuevo. El calendario lo marca como una fecha más, pero para Márquez es casi un ajuste de cuentas con el pasado. En una pista donde la gloria se escapa por milímetros, su confianza no radica en la estadística sino en la convicción. Silverstone no perdona errores, ni idolatra laureles pasados. Pero si algo ha demostrado Márquez es que el miedo no entra en su box. A veces, la valentía no consiste en ganar, sino en regresar donde una vez te rompiste.

Marc Márquez
El historial de Marc Márquez en Silverstone es una mezcla de brillo y frustración

La curva de la redención: pasado imperfecto, presente implacable

El archivo de Márquez en Silverstone es una colección de contrastes, una victoria brillante, seguida por años de frustración y silencios incómodos en el paddock. No es el único al que la pista británica ha jugado malas pasadas. Basta recordar el 2024, cuando Martín y Bagnaia parecían tener el GP en el bolsillo hasta que apareció Bastianini, como una tormenta súbita sobre un picnic bien planeado.

Pero 2025 pinta distinto. Marc lidera el campeonato con 22 puntos de margen sobre su hermano Álex una rivalidad fraternal digna de una tragedia griega con neumáticos slick, y se muestra tan sereno como afilado. Su frase lo resume todo. “Si pienso que es difícil, ya he perdido”. Y eso lo convierte en el favorito silencioso. No necesita ruido. Su acelerador habla claro: Silverstone puede ser un campo minado, pero él llega con botas de plomo y memoria larga.

Ducati manda, pero el motín se cuece a fuego lento

Ducati, por ahora, ejerce su dominio con la elegancia de un imperio que aún no ha sentido la decadencia. La fábrica italiana marca el ritmo, pero no duerme tranquila. Aprilia, KTM y Yamaha han dejado de ser aspirantes simpáticos para convertirse en amenazas reales. Pedro Acosta rueda con la frescura del que no conoce el miedo, y Maverick Viñales parece haber encontrado, al fin, la brújula emocional que tanto se le extraviaba.

En ese escenario, Márquez encuentra la tormenta perfecta, un circuito que lo reta, rivales que lo empujan y una década de espera que exige clausura. No corre solo por puntos, sino por sentido. Si el motociclismo es un arte trágico, Silverstone es su escenario shakespeariano, y Marc, su Hamlet sin calavera pero con casco. ¿El desenlace? Incierto. Pero el intento, inevitable