En pleno baile de fichajes y con la tensión al máximo en los boxes, Ducati ha sorprendido con un silencio que pesa más que cualquier declaración. Gigi Dall’Igna, habitual portavoz técnico y emocional de la marca, ha evitado mencionar a Álex Márquez en su valoración del GP de Francia
En Le Mans, donde los motores gritan y las gradas rugen, el mayor estruendo ha sido el silencio. Gigi Dall’Igna, el estratega supremo de Ducati, desplegó su veredicto tras el Gran Premio en su habitual tribuna de LinkedIn. Con la soltura de un político en campaña, elogió a Marc Márquez por su garra, a Bagnaia por decepcionar (con cariño), y celebró el bautismo en podio de Aldeguer. ¿Y Álex Márquez? Desaparecido. No literalmente, claro, allí estuvo, sumando un podio al sprint, peleando como un jabato. Pero para la narrativa oficial de Ducati, fue como si hubiera corrido en una categoría distinta. En MotoGP, no hay nada más ensordecedor que no ser mencionado.
Este detalle sería menor si no estuviéramos hablando del piloto más constante del año. Álex llegó a Francia como líder del mundial, algo impensable hace unos meses. Cometió un error el domingo, sí, pero tuvo la decencia y la decencia es escasa en los boxes de admitirlo sin excusas. “Fue culpa mía”, dijo. Esa frase, tan sencilla como valiente, merecía al menos una línea en la oda corporativa de Dall’Igna. Pero no. Ni una coma. Ni un emoticono. Solo el vacío. Y el vacío, cuando viene de quien reparte asientos y contratos, pesa más que una caída en la curva cinco.

En el paddock, los gestos pesan más que los resultados
La situación adquiere tintes kafkianos cuando se considera el contexto. Ducati está en plena danza de fichajes, una especie de mercado medieval donde los pilotos se convierten en piezas de ajedrez, con sentimientos. Dall’Igna no es solo un ingeniero brillante, es un narrador. Y como todo narrador, decide a quién ilumina y a quién deja en penumbra. Esta vez, eligió apagar el foco sobre Álex. Prefirió la épica de Marc, el drama de Bagnaia, y el entusiasmo del recién llegado Aldeguer. Una triple exposición que, paradójicamente, revela la omisión con más fuerza.
Hace apenas dos semanas, Álex era un héroe en Jerez. Hoy, es un paréntesis. El contraste duele. No tanto para él, que sigue segundo en el campeonato, como para los que aún creemos en cierta lógica del reconocimiento. ¿Acaso un podio parcial no vale nada cuando se avecinan negociaciones? ¿Importa más la narrativa que la hoja de tiempos? En Ducati, al parecer, la meritocracia viene con fecha de caducidad. El que hoy brilla puede ser invisible mañana. Especialmente si tu apellido empieza igual que el del otro, pero no vende camisetas al mismo ritmo.
De Le Mans a Silverstone: el relato que aún puede reescribirse
El próximo capítulo se escribirá en Silverstone, donde los nubarrones suelen ser más literales que metafóricos, pero no por eso menos densos. Allí, Álex Márquez tendrá otra oportunidad de alzar la voz con su pilotaje, porque si algo ha dejado claro este episodio es que en MotoGP, el silencio institucional no es neutro, es un código, un mensaje cifrado. Y Ducati ha sido tan elocuente en su omisión como en sus halagos.
¿Está decidido ya su futuro? Tal vez. ¿Se le está empujando a mirar hacia otro garaje? Es posible. Pero lo cierto es que, mientras otros caen o se arrastran en sus crisis internas, Álex sigue sumando puntos con la constancia de quien ha aprendido que el reconocimiento más fiable es el del cronómetro. En un paddock donde la política a veces corre más que las motos, tal vez esa sea su mejor victoria.