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Adiós a Murray, hola a Bosnjakovic: Djokovic redefine su 2025

La derrota en Madrid encendió las alarmas y marcó el inicio de una nueva etapa para el serbio, que ya entrena bajo la mirada de Boris Bosnjakovic mientras afina su preparación para Roland Garros

Hay duetos que prometen sinfonías y apenas entregan una melodía desafinada. El intento de Novak Djokovic de aliarse con Andy Murray no fue una ruptura de molde, sino una jugada nostálgica que acabó como un brindis tibio en una fiesta sin ritmo. Seis meses de colaboración dieron más para titulares que para trofeos, y la derrota ante Arnaldi en Madrid fue el acorde final de un experimento que, desde el inicio, pareció más un guiño al pasado que una apuesta por el futuro.

Lo paradójico es que ambos saben demasiado de resurrecciones. Pero juntos no lograron reanimar lo que, quizás, nunca estuvo del todo vivo. Ni el Abierto de Australia ni la final en Miami bastaron para contrarrestar los tropezones en Doha, Indian Wells y Montecarlo. La ausencia en Roma, esa catedral de la arcilla, fue una señal de alarma. Y su repentina decisión de competir en Ginebra, un síntoma claro, cuando los planes no cuajan, toca resetear el tablero. Como un ajedrecista que, tras perder su reina, vuelve a mirar el peón con esperanza.

Novak Djokovic
Djokovic renueva sus ambiciones tras cerrar etapa con Murray

Nuevas caras y despedidas amistosas

Lo curioso es que, en tiempos de egos inflamables, Djokovic y Murray se separan con una cortesía casi británica. No hubo reproches, ni comunicados en mayúsculas, sino mensajes cruzados con emojis y gratitud. La amistad, dicen, ha salido fortalecida. Es una forma elegante de admitir que, aunque el experimento fracasó, el afecto sobrevivió al resultado. Y eso, en el mundo del tenis tan propenso a la traición sorda ya es un pequeño milagro.

Ahora aparece en escena Boris Bosnjakovic, ese rostro familiar que vuelve como esos secundarios que, sin aspavientos, acaban robándose la película. A falta de anuncio oficial, su presencia en Belgrado parece más que un ensayo general. Djokovic no está improvisando, está afinando. La posible alianza con Bosnjakovic no tiene el brillo mediático de la anterior, pero sí algo más valioso a estas alturas, estabilidad. Porque, a veces, el que ya te conoce de antes es el único capaz de decirte lo que no quieres oír.

La meta sigue siendo histórica

Mientras los rumores sobre un posible retiro revolotean como aves carroñeras, Djokovic responde con una sonrisa y un calendario. La meta del título ATP número 100 es algo más que una cifra, es una barricada contra el olvido, una declaración de principios. Thierry Guibert, desde Lacoste, lo dijo con claridad, Novak quiere llegar hasta Los Ángeles 2028. En un mundo donde las leyendas se desvanecen antes de que acabe el eco de sus victorias, él prefiere resistir.

París será su termómetro, su vitrina y, quizás, su campo de batalla más exigente. Con 37 años, Djokovic se mueve como un reloj suizo que aún desafía a la entropía. Reestructura su equipo, refina su calendario y apunta con precisión quirúrgica a sus objetivos, Ginebra, Roland Garros y los Juegos Olímpicos. La historia esa amante ingrata aún no ha cerrado el capítulo. Y mientras algunos se preguntan cuándo dirá adiós, él sigue escribiendo.