Alcaraz no solo gana partidos, también gana destinos. En Roland Garros 2025, el azar ha decidido vestir su camino de terciopelo. Entre raquetazos y sorpresas, el murciano avanza con paso de elegido
Hay días en que el tenis se convierte en un teatro de lo improbable. Carlos Alcaraz lo sabe, y el miércoles 29 de mayo le ofreció una función inesperada, mientras él despachaba a Fabián Marozsán con la solvencia de un cirujano en tres actos, el resto del reparto se autodestruía como si París hubiera dictado un guion secreto. Ruud, Tsitsipas y Perricard tres nombres subrayados en rojo en la ruta hacia el título se despidieron del torneo con la misma rapidez con la que una tormenta arrasa un picnic cuidadosamente preparado.
Y así, lo que era un cuadro espinoso se ha vuelto, de pronto, un jardín con algunas ortigas. El murciano se planta en tercera ronda sin ceder un set y con la serenidad de quien juega no solo contra rivales, sino contra expectativas históricas. Su próximo escollo, Damir Džumhur, no parece tener el filo de una amenaza, y los nombres que se alinean en el horizonte gigante, Shelton, Borges suenan más a oportunidad que a peligro. Pero cuidado, en el tenis, como en la vida, los resbalones suelen ocurrir justo cuando uno empieza a mirar el paisaje.

La caída de los colosos y el efecto mariposa parisino
La jornada del 29 de mayo pasará a la historia como una especie de pequeña revolución en zapatillas. Casper Ruud, dos veces finalista, vio cómo un tal Nuno Borges le borraba el futuro en una remontada de esas que parecen escritas por un guionista con problemas personales. Stefanos Tsitsipas, acostumbrado a vivir entre promesas y suspiros, también dijo adiós. Y Giovanni Mpetshi Perricard, la joven esperanza local, se desvaneció antes de levantar alguna ovación duradera. Tres portazos al pronóstico, tres llaves menos en el laberinto de Alcaraz.
Sin esos colosos, el cuadro de Carlos se convierte en una paradoja, más accesible, pero también más imprevisible. No hay gigantes, pero abundan los francotiradores. Borges viene con la confianza de los justicieros; Tommy Paul y Popyrin tienen ese aire de outsider con sed de épica. El peligro ya no lleva nombre rimbombante, sino silencio y hambre. Porque en Roland Garros, los favoritos mueren más por desdén que por talento.
Sinner en el barro: Alcaraz con viento a favor
Mientras Alcaraz encuentra una autopista entre escombros, Jannik Sinner parece correr una maratón cuesta arriba, bajo la lluvia y con zapatos nuevos. El italiano deberá vérselas con Davidovich Fokina o Lehecka ambos expertos en complicar tardes serenas antes de un posible cruce con Rublev o el impetuoso Arthur Fils. Y eso sin contar con cuartos ante Draper, Mensik o De Miñaur. Un camino de espinas, sin atajos ni treguas.
La diferencia de recorridos no garantiza destinos. Pero en un deporte donde el cuerpo grita lo que la mente calla, llegar fresco a los momentos clave puede ser la diferencia entre besar la Copa o besar el suelo. Por ahora, Alcaraz cabalga con el sol en la espalda y el cuadro desbrozado. Sinner, en cambio, escala la misma montaña que soñó Nadal, pero sin bastón ni aplausos. París, como siempre, juega a los dados con los dioses del tenis.